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Una virgen que no lo era

Francisco Peregil

La juntaora introdujo el pañuelo en la vagina de la novia, una chiquilla de 15 años, y no lo sacó manchado de sangre. Si apareciese aunque sólo fuera una manchita, las dos familias, la del novio y la de la novia, se romperían las camisas, agujerearían el cielo con cohetes y prolongarían la juerga tres días con tres noches.Pero la juntaora, la artífice de la ceremonia del pañuelo en las bodas gitanas, llamó a la suegra de la niña y la introdujo en una habitación. Le contó lo que pasaba y no ocurrió nada. Con el silencio de las tres mujeres se evitó el derroche de sangre previsto en los artículos nunca impresos de la ley gitana.

Las botellas se derramaron en los pechos de los invitados y familiares, al novio lo alzaron en hombros, cantaron la alboreá a la pareja y jamás se oyó una queja. Sólo Agustín Romero, presidente de Camelamos Parrugar (Queremos Cambiar), supo la verdad por parte de la madre y de la oficiante. No se atreverá a decir de qué famlia se trata y siempre le sobrarán razones para asegurar que a veces conviene saltarse la ley.

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La madre del novio se lleva, según Romero, estupendamente con la muchacha, y ella, tan ricamente con el marido. "No sé por qué se atrevió a llegar a la boda y ponerse panza arriba. Yo creo que fue porque tendría algún lío con otro chaval antes de conocer al novio y tal vez el otro la tocó muy poco pero lo suficiente como para desvirgarla sin que ella pensase que perdía su virginidad".

La ley nunca trató de esconder sus ramalazos machistas. Rara vez se encuentra una gitana en un prostíbulo. No ella, sino su propia familia tendría que marcharse del barrio donde vive ante tal humillación.

A pesar de todo, la mujer también puede llegar a obtener el título de tía a partir de los 40 o 45 años. Pero mientras que el tío puede perder su posición por su adicción a las drogas, al alcohol, la manipulación de otros gitanos para obtener beneficio económico propio o abandono de los hijos menores, la mujer, además de todo eso, lo perdería si se casara varias veces.

Ellas, como señala el funcionario y estudioso gitano Antonio Torres, siempre dependerán de un varón (padre, tío, hermano, primo colateral, padrino, hijo, etcétera), al que cuidarán al máximo de sus posibilidades, por el prestigio de sus condiciones de mujer.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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