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El gran descubrimiento

El Valencia encuentra en Mijatovic el talento que buscaba en Romario

Si es lícita la búsqueda de nuevas estrellas, los telescopios del aficionado español enfocarán, sin duda, a Romario y Mijatovic. El brasileño llegó al Barcelona con la vitola de goleador consagrado. El montenegrino aterrizó en Valencia como una incógnita, como un refugiado más del descuartizado fútbol de la antigua Yugoslavia.Los 177 centímetros de Predrag Mijatovic tampoco le confieren una estampa inconfundible de futbolista. Es un hombre de esqueleto ligero con aires de inteligencia, sensibilidad y cierta pincelada artística. No desentonaría en un tablao.

Tampoco ha desentonado en el Valencia de Guus Hiddink. Técnicamente, es fino. Tiene visión de la jugada. Sabe meterla con vaselina de falta o como sea. Ha salido a más de un gol por partido, aunque difiere de Romario en no considerarse un goleador especializado. De los 103 tantos marcados durante la última temporada por el Partizán de Belgrado, 17 fueron suyos.

En Valencia ha reivindicado el criterio de Bernardino Pérez, Pasieguito, el espía que viajó hasta Belgrado para recopilar informes y que se enamoró de su juego. Ha impresionado tanto a los seguidores chés que se ha dedicado a hurgar en el historial del desconocido.

Resulta que había que conocerle. Formó parte, junto a Prosinecki, Suker, Jarni, Boban y compañía, del equipo yugoslavo que ganó el Campeonato del Mundo Juvenil de 1987 en Chile. Luego, debido a la expulsión de Yugoslavia del Campeonato de Europa de 1992, quedó estancado en 10 partidos con la selección absoluta. En cuanto a clubes, tuvo la desgracia de remar en la ribera contraria del río. Mientras el Estrella Roja ganaba hasta la Copa de Europa, Mijatovic estuvo condenado a recoger migas en el Partizán.

Llegó a Belgrado a los 20 años procedente de Podgorica. Había nacido en la capital montenegrina el 19 de enero de 1969, cuando todavía se denominaba Titogrado. Allí debutó en la Primera División con el Buducnost y destacó no por sus goles, sino por sus dotes creativas. Firmó un precontrato con el Hajduk Split para después ver con malos ojos una mudanza a Croacia. En 1989, el Partizán pagó la cifra récord de unos 75 millones de pesetas para llevarle a sus filas.

Seguía gustando como media punta en un conjunto obligado a esperar el desmantelamiento del Estrella Roja para brillar con luz propia. Tras el título ganado en 1992, incluso extrañó la falta de ofertas extranjeras por un jugador aclamado como el mejor de los que seguían en el país.

Los 312 millones de pesetas pagados por el Valencia se consideraron en su momento una dudosa inversión por parte de una directiva criticada por no haber llevado a buen puerto el fichaje de Romario. En pocas semanas, sin embargo, Mijatovic ha convertido a los paganos.

El exquisito media punta goleador quizá sea un lujo en otros conjuntos. Pero, respaldado por el denso centro del campo del Valencia, tiene todos los ingredientes para gustar y marcar diferencias, algo que el Valencia no siempre ha sabido hacer.

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