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Entre la rabia y el orgullo

Marsella, impotente ante lo que considera una injusticia y satisfecha de que Francia se preocupe por ella

La vieja, denostada y olvidada Marsella despertó ayer de una noche de perros. Las inclemencias del tiempo recluyeron a sus habitantes en sus casas y, a través de la televisión y la radio, se enteraron de que la Unión Europea de Asociaciones de Fútbol (UEFA) ha excluido al Olímpico de la Copa de Europa al considerar que incurrió en "irregularidades" en la Liga francesa. No hubo reacción. El golpe, directo a la carótida, dejó a los aficionados inmóviles, esperando la cuenta fatal del árbitro. El dispositivo policial preparado para abortar cualquier manifestación no tuvo que actuar. Veinticuatro horas después, Marsella seguía paralizada. Había rabia contenida y un cierto orgullo de que, por fin, toda Francia se preocupara por una ciudad dejada de la mano de Dios. Ahora intenta evitar el descenso a los infiernos.El marsellés ya está acostumbrado a vivir en la desgracia y a ser noticia por asuntos turbios. Sin embargo, hacía mucho que no se desayunaba con titulares tan espectaculares en los periódicos, en los que se mostró la solidaridad de los medios de comunicación franceses contra la resolución de la UEFA.

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"Por fin, nos tienen en cuenta. Después de destrozarse, parece que los políticos se unen contra la injusticia". La frase, con tintes de sentencia, no fue pronunciada por ninguna personalidad, sino por un taxista. "Es un golpe muy duro para la ciudad, pero Bernard Tapie [el presidente del Olímpico] nos sacará adelante. No debe abandonar", añadió.

Tapie no estaba ayer en Marsella y en la sede del club, un elegante chalé, casi no había actividad: apenas un par de curiosos mirando el tablón de anuncios de ofertas de alquiler de pisos que colgaba de la verja.

Tampoco había movimiento en los alrededores del estadio del Velódromo. Una docena de viejos drampones (aficionados del Olímpico) comentaba la situación y culpaba a los federativos de las desgracias de su equipo. "Han querido salvar la organización del Mundial del 98 y se han prestado a las componendas de la FIFA y la UEFA" decía uno, entrado en años y con aspecto de haber desgastado sus energías en el viejo puerto, ahora semiparalizado por el conflicto con los descargadores. El grupo no llevaba ninguna pancarta. Ni siquiera, un spray para pintar los muros, en los que todavía puede leerse: "Waddle, vuelve. Necesitamos artistas", en clara referencia al controvertido delantero inglés.

La consigna en Marsella es la de contener la rabia, no dar pretextos para que la sanción sea más fuerte. Esa es, al menos, la tesis de Jacques Pelissier, presidente del club central de socios del Olímpico, una institución en Marsella. "Las lágrimas siguen en nuestros ojos. Estamos desmoralizados y abatidos, pero vamos a continuar por dignidad. Los dirigentes del fútbol francés son tan malos que han intentado destrozar un gran club, pero no lo conseguirán".

Mucho más radical se mostraba Lionel Tonini, dirigente de la fracción dura de los seguidores, llamada Los Yankees. "Esto es la guerra. Hasta ahora hemos sido correctos, todo un ejemplo para los aficionados franceses. Pero yo no sé si podré retener a los más jóvenes y aguerridos. No les puedo decir que mantengan la cabeza fría porque la injusticia la sienten en sus carnes".

De injusticia hablaba también Robert Vigouroux, el alcalde, cuya relación con Tapie ha sido tormentosa. "Lo sucedido es un injuria contra la justicia francesa, que todavía no se ha pronunciado. Seguimos sufriendo el síndrome de persecución y compló contra Marsella. No sé lo que sucederá a partir de ahora, pero hemos de evitar que la resolución de la UEFA genere violencia".

El análisis era mucho más profundo por parte de Jean Claude Gaudin, el presidente del Consejo Regional de Provenza-Alpes-Costa Azul. "El Olímpico ha sido el mejor factor de integración de las diversas capas sociales de la ciudad y la UEFA ha roto nuestro esfuerzo".

El pesimismo de Gaudin es compartido por el arzobismo de Marsella, que también se ha pronunciado. Para monseñor Etchegaray, los males se arreglarán a través de la Divina Providencia. "Te hacen falta las virtudes de un santo", ha comentado, "y la Santa Madre te ayudará".

Los jugadores ya no creen en nadie. El vicepresidente del club, Jean-Louis Levreau, les explicó ayer la delicada situación. Sus palabras les dejaron en un estado anímico deplorable para afrontar el próximo compromiso en el torneo nacional: el Toulouse.

"El cielo nos ha caído sobre la cabeza y nadie sabe cómo ha sido". Así se expresaba Jean Plillipe Durand, uno de los jugadores más carismáticos; la situación es muy grave tanto para nosotros como para el club. Veo difícil salir de este atolladero". Mientras, Jacques Glasmann, del Valenciennes, que denunció el presunto intento de soborno, mantiene su tesis: "He dicho la verdad. La gente ya no puede ser más agresiva conmigo".

"Un golpe asesino"

El fantasma de la quiebra técnica amenaza al Olímpico, del que Bernard Tapie tiene el 66% de las acciones. Las cifras barajadas son contradictorias. Expertos financieros como Patrice Tanquerel las estiman en 700 millones de francos (16.000 millones de pesetas). Las que ofrece Alain Laroche, director administrativo y financiero del club, son menos alarmantes, aunque la UEFA, dice, les ha dado "un golpe asesino": "Nos ha cortado las piernas".Algunos clubes como el Benfica ya han mostrado su temor a no poder percibir las cantidades que le adeuda el Olímpico por el traspaso del internacional portugués Paulo Futre. Los acreedores pueden hacer cola a las puertas de la sede del campeón europeo y quizá entre ellos se encuentre el madridista Rafael Martín Vázquez. El centrocampista, que pasó fugazmente por el equipo de Tapie, asegura que todavía tiene pendiente de cobro cierto dinero y que no le extraña lo del soborno porque, en su día, vio "cosas raras".

Un equipo de investigación de la Universidad de Limoges ha evaluado en 700 millones de francos las aportaciones económicas anuales del Olímpico a Marsella y su región. De ahí, la gran preocupación de los políticos marselleses a pesar de sus diferencias con Tapie.

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