El sexo, espejo del alma
Los naturistas franceses de Cap d'Agde (Costa Azul) protagonizan estos días un extraño conflicto. Su desnudez asexuada, su intimidad consistente en poder mostrar nalgas y genitales sin que nadie los mire, se ve moral y visualmente agredida por grupos de textiles. Entre estos recalcitrantes adictos al slip o traje de baño figuran desde voyeurs impenitentes hasta personas que, aprovechando la cobertura legal del naturismo organizado, convierten, durante la noche, la playa y un bosquecillo cercano en escenario de orgías en las que se practican todas las combinaciones imaginables.Durante el día, parejas naturistas., casi siempre un chico y una chica, patrullan por la playa, con un gorro como única indumentaria, solicitando a los textiles que respeten los letreros que rezan: "Aquí, desnudez obligatoria". De vez en cuando sus argumentos convencen al textil, que se despoja del bañador. "Son los tímidos, los adolescentes vergonzosos, las embarazadas o los que en una anterior ocasión se achicharraron las nalgas los que acaban por aceptar que hay que respetar las reglas naturistas", explica una de esas brigadas mixtas que controlan, "sin ser policías ni obligar a nadie", que los visitantes se adapten a la norma.
Cada verano, entre 30.000 y 40.000 personas se reúnen en esa zona de la Costa Azul. Disponen de sus apartamentos, hoteles, supermercados, playa-, puerto, comercios, camping o salas de fiestas, por donde hay que circular desnudo; un mundo al revés, un pequeño paraiso poblado de gentes de todas las edades que han hecho de Adán -Y Eva sus santos patrones. Los apartamentos se compran y alquilan siempre que se respete una cláusula que el notario exige: hay que ser naturista.
Pero tanta carne a la vista, tantos sexos -paseando como si fuesen orejas, son la tapadera perfecta para profesionales del amor o minorías sexuales adictas a prácticas poco comunes o penadas por la ley, como de hecho es el realizar actos sexuales en público. Para los naturistas con hijos pequeños y una filosofía en contradicción con cualquier idea de perversión, el acoso es desesperante. Los homosexuales, que no disfrutan de igual libertad de encuentro y reunión que los naturistas, también aprovechan. Claro que, alega la brigada mixta, "ellos no se contentan con tomar el sol".
Ahora los principales protectores de la casta desnudez naturista son los uniformados gendarmes. Parece una paradoja, cuando 20 años atrás, en Saint Tropez, la brigada de gendarmes dejaba el uniforme para intentar sorprender el nudismo ilegal de la época, que hoy tengan por objeto localizar slips y bañadores renuentes a dejar pasar los rayos del sol. Las multas son por ir "vestido" y, sobre todo, porque detrás de la pudibundez, se teme, acechan los contactos no lícitos. Quien nada tiene que ocultar debe ir desnudo. Finalmente, el sexo es el espejo del alma.
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