Abduyapárov rehabilita al 'sprinter' duro
Hay sprinters como el italiano Cipollíni, seductores a simple vista. Y hay sprinters como el uzbeco Abduyapárov, sólidos como una roca. Quién es mejoi corredor, se preguntará el respetable. Cipollini se asemeja a un producto sintético acorde con las nuevas estrategias comerciales. Su caducidad ronda los diez días de carrera. Abduyapárov conserva los usos y costumbres del ciclismo de toda la vida. No se de. sintegra allá le empujen por ur barranco. Ambos cumplen la misma función, pero les diferencia su utilidad. Cipollini es de usar y tirar. Abduyapárov no es perecedero. El Tour le ha hecho justicia: recibirá los honores en París. Antes, habrá de resolverse el único asunto que queda pendiente. Mejía, Jaskula y Rominger, uno de los tres sobra. Induráin hará su contrarreloj y estos tres la suya.
La hegemonía de Miguel Induráin ha monopolizado el debate. La carrera ha transcurrido monocorde y monotemática. Por defecto, el interés se ha dirigido a la disputa por el resto de los puestos en el podio, una riña tan encorsetada que ha dejado su resolución hasta el último momento, la contrarreloj de hoy en las cercanías de París y en singular combate a 48 kilómetros de recorrido.
Pero otros detalles estaban a punto de pasar desapercibidos. Uno estaba casi olvidado, como era la baltalla de los Ñprinters. Otro ha transcurrido en el anonimato, la fortaleza del ciclismo italiano.
Induráin se ha convertido en un personaje tan absorbente que la prensa internacional había sentenciado sumarialmente al ciclismo italiano vista la escasa oposición que han presentado Bugno y Chiappucci. Carente de un liderazgo sólido, la presencia italiana en este Tour quedaba relegada a una actuación testimonial.
La presencia italiana
Han sido, sin embargo, numerosos los detalles que permiten calificar a la expedición italiana como la más poderosa de este Tour. Las estadísticas no mienten y los italianos han estado en todas las escapadas, en todas las refriegas, allá donde la carrera vivía en plena calentura. La suya ha sido una desgracia inexplicable;. muchos han sido víctimas inocentes, del líder. Pero este Tour sólo ha tenido un par de denominadores comunes: uno Induráin, el otro, el ciclista italiano de turno.
La jornada de ayer no escapó a este fenómeno. El Banesto practicó una política muy flexible y permitió un par de escapadas. Formaron la primera 20 corredores de distinta condición, de los cuales seis eran italianos. Su escasa duración propició una segunda intentona que afectó a 19 corredores: cinco eran italianos. No debe pasar desapercibida la ausencia de españoles para interpretar mejor el contraste: unos tienen la calidad y otros ponen la cantidad.
La escapada final vivió, sin embargo, en conflicto permanente. Un elemento extraño se había inmiscuido entre los caza etapas, un especialista en otra materia, un sprinter, nada más y nada menos que Abduyapárov. La sentencia estaba firmada de antemano si alguien no encontraba una solución de emergencia.
No hubo posibilidad de expulsarle del barco y la agonía de 18 hombres contra uno se alargó hasta la línea de meta. Abduyapárov consiguió así su segundo triunfo de etapa en este Tour y el cuarto de su palmarés en la ronda francesa. Esta victoria le hace justicia. Entre Cipollini y Abduyapárov existe algo más que una diferencia estética. Hay una diferencia sobre todo de concepto: uno disputa el Tour, el otro lo utiliza.
El protocolo espera hasta esta tarde para cerrar el último detalle, el apellido de los acompañantes de Induráin en el podio de los Campos Elíseos de París. El líder vuelve a su terreno natural y los especialistas limpian los cronómetros. El ciclismo demanda otra exhibición del más fuerte. Corresponde a Induráin cargarse de razón.
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