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Jornada de jusfiticación en Montpellier

Luis Gómez

No hay material de desecho en un Tour. No hay jornada despreciable. Impuesta la paz de Induráin, son muchos quienes han de justificar sueldo y presupuesto. Al menos 13 de los 20 equipos en disputa tienen al patrón descontento. Queda como quien dice una semana de carrera y el jefe llama todas las noches por teléfono. Y pregunta. Y pide cuentas. Y se enfada. Mientras el líder desfila entre Marsella y Montpellier a su lado circulan numerosos corredores con la soga al cuello. Una etapa es motivo sobrado para equilibrar el balance. Olaf Ludwig justificó ayer la existencia del Telekom; su candidatura a la general por puntos cobra cuerpo y ha dado sentido al trabajo de su equipo.Las 14 etapas disputadas han hecho feliz a unos pocos. Tanto es así que hay más de un equipo que viaja de ciudad en ciudad con la conciencia tranquila, como es el caso del GB-MG italiano, que ha pasado de disfrutar de los éxitos de Cipollini a defender ahora la candidatura del Polaco Jasktila. Felizmente preocupados están desde el Banesto hasta el Clas pasando por el Novémail (Nelissen), el Lampre (Abduyapárov), el TVM (Skibby) o el Ariostea (R¡js). El Tour les ha reportado ciertos beneficios a estas alturas y maniobran con la seguridad de que la decepción nunca será absoluta. No es ese el caso del ONCE o del Carrera para quienes los triunfos parciales de Bruyneel o Roscioli no supone alcanzar un mínimo grado de: satisfacción.

Dada la situación de la general, el Tour está bloqueado hasta que aparezcan por el horizonte los Pirineos. Será entonces cuando afloren algunas ambiciones ocultas y tome cuerpo un deseo de ajustar cuentas entre algunos protagonistas. Hasta entonces se ha impuesto el sentido práctico y el pelotón entiende que las llamadas jornadas de transición son susceptibles del reparto de algunas recompensas. Induráin desfila en cabeza como quien guía la manada del Tour. Su presencia obra el efecto deseado (que no es otro que man¡festar que no hay posibilidad de transgresión. Este Tour es el más ordenado que se recuerda. También el más previsible.

Induráin permitió el viernes una escapada salvaje para que el pelotón pudiera descansar. Nada había que hacer ante un corredor que marchaba veinte minutos por delante. Ayer la situación giró hacia una mayor racionalidad. Dadas las ambiciones de los sprinters supervivientes se aceptó como buena una llegada masiva. La vigilancia del tráfico quedó bajo la responsabilidad de dos equipos, Lampre (Abduyapárov) y Telekoni (Ludwig). Los aventureros vieron el camino repleto de dificultades. Por ahí anduvo el bueno de Murguialday. Nada que hacer.

Un tirón de Rominger en las cercanías de la meta significó una imprevista rotura del alto el fuego. El pelotón se partió por unos minutos. Quedaron aislados ante las cámaras de televisión algunos actores de primera fila pero la presencia de Induráin garantizaba la levedad de los acontecimientos. No era un ataque subversivo, no había razón para una movilización general. El líder vigilaba a cada momento, cooperaba por un lado pero estaba pendiente también de la reacción. No era de su agrado lo que estaba sucediendo. Los hombres del Telekom cerraron filas y neutralizaron la escapada.

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