Gracias y desgracias del torneo
La actitud de Norman. Greg Norman es tan famoso por la calidad de su juego como por su ansiedad de protagonismo. A veces, sin embargo, sus gracias no hacen gracia. Por ejemplo, una de las discusiones entre el estadounidense Fred Couples y la que era su mujer (ya se han divorciado) se debió a que ella no había querido acompañarle a un torneo y, de improviso, se presentó en él a bordo del helicóptero que el australiano suele utilizar para sus desplazamientos. En el club Royal Saint George's Norman también ha provocado enojo, aunque se ha disimulado por ser quien es. No se le ocurrió nada mejor que dedicarse a lanzar bolas sobre el área de prácticas desde la plataforma trasera del aparato y al compás de sus hélices.Un tobillo roto. No, Norman no dio a nadie. No obstante, ya ha habido una lesión importante entre el público. Uno de los 28.000 aficionados (los mismos que en la apertura de 1985, cuando el torneo se jugó igualmente en Sandwich, y 500 más que en la de 1992 en Muirfield) rodó por una de las laderas del campo y se fracturó un tobillo. Estas lesiones son de prever, sí, en las circunstancias vigentes. La lluvia ha favorecido a los jugadores al ablandar el terreno y hacerlo más receptivo para las pelotas, pero también lo ha tornado resbaladizo y las caídas han menudeado entre quienes se precipitan en su andadura para ocupar los sitios más estratégicos.
Viendo a 'Sevvy'. Muchos cambiaron de opinión sobre la marcha el jueves y corrieron para seguir el partido de Sevyy, Severiano Ballesteros, quien, de modo sorprendente, estaba jugando con las sensaciones, como dijo más tarde, de sus buenos tiempos. La prensa británica valoró en su justa medida su resurgimiento y le dedicó ayer amplios espacios. En The Daily Telegraph se escribió más de él que de Norman o el norteamericano Mark Calcavecchia, dos de los primeros líderes: "Ballesteros finds old form" ("Ballesteros encuentra su antigua forma") e "Inspirational Ballesteros back" ("El inspirado Ballesteros vuelve") fueron los titulares de dos de sus cuatro páginas sobre la competición, y las enmarcaron sendas fotografías del español.
Las cuentas de Evans. Gary Evans es un inglés de 24 años con muchas posibilidades de hacerse un nombre en el circuito europeo. De momento, sin embargo, no se puede rascar los bolsillos con alegría. Se ha comprado una casa y tiene que amueblarla y decorarla. Por esto último, precisamente, se prendó de un cuadro del club Royal Lytham and Saint-Annes (el escenario de los triunfos de Ballesteros en 1979 y 1988), de un conocido pintor de temas golfísticos, que se expone en una de las tiendas del Open. Eso sí, su precio, 3.750 libras (750.000 pesetas), le frenó en seco. "No sé, no sé... ", se excusó ante la convincente elocuencia del vendedor; "depende del dinero que gane este fin de semana".
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