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Reportaje:

Los bebés rehenes de Sarajevo

Los serbios utilizan a tres recién nacidos como moneda de canje de prisioneros

La hija de Jasmina Botulja nació hace cinco meses, pero aún no tiene nombre. Parece un gusanito, envuelta en enormes trapos por los que sólo asoma su rostro redondo. Tampoco Kolonija Sokolovic susurra el nombre del bebé regordete que dormita en sus brazos, que tiene ya cuatro meses. Ni Sehida Pehilj: a sus 36 años acaba de dar a luz a su primera niña, en cuya cunita sólo figura el apellido.Jasmina, Kolonija y Sehida llevan cinco meses encerradas en la maternidad del hospital Kosevo de Sarajevo, esperando a que las milicias serbias que sitian su barrio, Hrasnica, permitan a las Fuerzas de Protección de las Naciones Unidas (Unprofor) devolverlas a sus casas. Y no lo harán, dicen, en tanto que el Gobierno bosnio no libere a unos "camaradas prisioneros". Las tres mujeres no tienen contacto con sus maridos, que no conocen aún a los bebés: por eso los críos no tienen nombre. "No podemos decidirlo solas", explican.

Las patrullas de Unprofor las trasladaron al hospital de Sarajevo en febrero. Los tres partos se presentaban complicados: Jasmina necesitaba una cesárea, y los bebés de Kolonija y Sehida eran muy prematuros, como casi todos los niños que nacen hoy en la sitiada capital de Bosnia. A bordo de los vehículos blindados cruzaron el único nexo que su barrio tiene con el centro de la ciudad: la peligrosa carretera del aeropuerto, donde los francotiradores serbios ejercitan a diario su puntería. Nacieron los bebés y comenzó la pesadilla. "Cuando llamamos a Unprofor para que las recogieran nos contestaron que no podían hacerlo, porque los serbios les habían denegado el permiso para cruzar de nuevo la carretera del aeropuerto con ellas", explica iracunda la ginecóloga Jasna Satornogo.

Los serbios son inflexibles, tanto como los responsables de Unprofor. "No podemos ceder al chantaje. Son los serbios y los bosnios quienes tienen que solucionar el problema", afirma Carlos Gutiérrez, jefe del Departamento de Asuntos Civiles de Unprofor. "Nuestro mandato es muy claro: no podemos llevar a civiles por la zona del aeropuerto sin el permiso de los combatientes". ¿Y las mujeres? "Tendrán que esperar".

Jasmina se desespera pensando en sus hijos, de siete y dos años, solos en casa. "Aquí nos tratan bien, pero la comida es muy escasa. El tiempo pasa tan despacio... Cada día es un año". Kolonija, una mujerona de aspecto decidido, se ha puesto un plazo: si la semana que viene la situación no ha cambiado, cruzará a pie la línea del aeropuerto por la noche, como hacen muchos vecinos. "Mi marido está en el frente y mi otro hijo está en casa de unos amigos. Me voy a volver loca".

Los bebés anónimos de la maternidad de Sarajevo son, pese a todo, afortunados. Disfrutan del calor de sus madres, aunque ellas no puedan susurrarles su nombre al oído. En otra cunita hay un muñecote rubio que sí tiene nombre. Se llama Djemnal. Pero está solo. Ingresó hace seis meses para una operación y sus padres, si tiados en el barrio de Ilidza, no han podido recogerlo. Ha cumplido un año en el hospital.

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