El triunfo en la cronoescalada de Sestriere acerca a lnduráin al primer record de Merckx
Miguel Induráin (Banesto) no necesitó hurgar a fondo en sus reservas para imponerse de forma clara en la cronoescalada de Sestriere. Hizo un perfecto ejercicio de inteligencia y aclaró aún más el futuro del Giro. Claudio Chiappucci apeló al coraje y, convaleciente de una friebre que se le declaró súbitamente la víspera, cedió más de cuatro minutos al español en los 55 kilómetros de ejercicio en solitario. Sólo el letón Piotr Ugrumov (Mecair), que perdió 45 segundos, supone una remota amenaza para que el navarro gane su segundo Giro consecutivo, su cuarta gran prueba por etapas seguida, algo que, hasta ahora, sólo había logrado el mítico Eddy Merckx. Hoy se disputa la penúltima etapa, con llegada en el alto de Oropa.
Miguel Induráin atravesó ayer una nueva barrera. Un hueco' en su historial quedó cerrado. La cronoescalada era la única especialidad en la que aún no había triunfado. El avispero quedó sellado definitivamente. Una imponente losa de silencio se ha impuesto sobre el Giro. La fría lógica ha podido, una vez más, con los intentos desestabilizadores. El abanderado de la sinrazón, Claudio Chiappucci, afectado por una enfermedad, cayó estrepitosamente en Sestriere, la cumbre que señalaba su giran momento en esta prueba. Un corredor de apuestas se habría arruinado este Giro. Las apuestas a favor del ciclista de Villaba estarían, seguramente, 1 a 1.Todos los símiles antes de Sestriere: hacían alusión a medidas. Por ejemplo, el de José Miguel Echávarri, director del Banesto: "Esto será como un Gran Premio de Fórmula 1. Cada corredor saldrá con un número limitado de litros, sus reservas energéticas, y tendrá que regular su motor para gastar exactamente eso, ni un litro más -se quedaría colgado al final- ni uno menos -se quedaría sin lograr el máximo rendimiento- Y, en esto, Induráin es un maestro".
Sin agotar el depósito
Si a esta teoría se une la máxima económica que ha regido este Giro de Induráin (el máximo beneficio, la victoria, con el mínimo esfuerzo, aunque sea mucho) el resultado es una radiografía de la cronoescalada decisiva. Induráin no agotó su depósito porque no lo necesitó. Parte de sus piernas estaban en la dura etapa de mañana, otra parte ya en el Tour, y el resto, en la continua subida que fueron los 55 kilómetros que separan Pinerolo de Sestriere.
Era un terreno ideal para ciclistas que sacan su máximo rendimiento explotando su potencia y su fuerza mental. No tenía las rampas en la que los escaladores encuentran motivos para sobresaltarse, hacer gala de su agilidad y romper la rutina. Era un recorrido perfecto para Miguel Induráin. Nada falló.
Todo estaba preparado. Primero se resolvió un problema que podía haber sido preocupante. Al final se hallaron las zapatillas que está usando durante el Giro. Induráin las dejó olvidadas en un estudio de televisión. Para ese particular es maniático. Tenía unas exactamente iguales, pero nuevas, y no era cuestión de estrenarlas en un día tan decisivo.
Luego, la elección de la bicicleta y del desarrollo. Se optó por no arriesgar. Utilizaría todo el recorrido una bicicleta tradicional con el único aditamento del manillar de triatlón. Una cabra (en el argot, bicicleta con la rueda delantera de menor diámetro y manillar en forma de cuernos de cabra) iría contra la ley de la regulación. "Podía haber utilizado una cabra los primeros 20 kilómetros", explicó Induráin. "Pero, dando el máximo, lo que tendría que haber, hecho para aprovechar la ventaja. aerodinámica, habría ganado como mucho 20 segundos más que con la otra. Ese tiempo lo habría perdido al cambiar de bicicleta".
Chiappucci utilizó la vía contraria. Pensó que en el llano -el terreno más desfavorable para sus características- podría defenderse de Induráin dando su máximo, y que después, en su terreno, en los últimos kilómetros, podría remachar el clavo.
La teoría pareció funcionar. En los primeros 17 kilómetros Chiappucci sólo perdió 41 segundos. Pero se vació. Sus fuerzas estaban mermadas por la infección urinaria que le colocó la víspera con 39 grados de fiebre. Llegó un momento en que se atrancó. En que apenas podía mover la rueda lenticular trasera. Cambió de bicicleta, pero no volvió a encontrar la pedalada buena. Como alma en pena deambuló de lado a lado de la carretera. Sudando como un condenado. Y, de nuevo sufrió la humillación de verse doblado. Y peor. Habría entendido que le doblara Induráin, pero no que Ugrumov pasara como una moto a su lado y le dejara tirado. "No pensé en nada en ese momento", dijo al final, abatido.
Induráin calcó la carrera de Ugrumov porque el letón fue el más inteligente de sus rivales. Y el más fuerte. El Banesto había dispuesto varios controles de tiempo adicionales a los oficiales durante el recorrido. En los kilómetros 10 y 23. Todos, pensados en un principio para conocer la marcha de Chiappucci. Además, Echávarri seguía con su coche al Diablo. Hasta que vieron que sus referencias no valían.
Entonces, cuando Ugrumov dobló a Chiappucci, Echávarri se puso detrás del letón. Siguió sus pasos y, tomando referencias en los mojones, se las cantaba a Eusebio Unzué, su segundo, que seguía a Induráin. Así, Ugrumov reguló, en cierto sentido, el ritmo de Induráin. Cuando el navarro se pasaba, le llegaba el tiempo del letón y levantaba el pie. Lo mismo, a la inversa. 45 segundos se consideraba una buena diferencia: se alejaba el peligro letón en la general a 1,34 minutos, un tiempo justo.
Cuando el sorprendente e insaciable veterano ex teniente soviético tiraba más aún de sus reservas y se acercaba al tiempo del navarro, éste quitaba un piñón de su desarrollo, se ponía de pie sobre los pedales, aumentaba de ritmo, encontraba una pedalada buena y se sentaba.
En poco tiempo, la diferencia aumentaba. Así en los últimos kilómetros, aquéllos más temidos porque los desfallecimientos en esa zona se cuentan en minutos, Induráin recibió el mensaje: "Tranquilo, todo está controlado". Y así era.
Ahora, Induráin sólo tiene que controlar la etapa de hoy, la última con final en alto, para pasearse el domingo hasta Milan. En teoría, la batalla hoy debe ser por la tercera plaza, donde Chiappucci y Lelli se juegan ser el primer italiano en este Giro.
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