"No vamos a poner flores, sino a cambiar el jardín"
"Ensayar nuevas fórmulas es un riesgo, pequeño sobre los fracasos anteriores"
Francisco Garrido vive el fragor de su primera campaña política nacional. Este profesor de la Universidad de Granada, de 35 años, se ha convertido en la cara de Los Verdes, la formación que ha confederado a los principales grupos ecologistas españoles. Garrido es consciente de que la opción que representa y sus propuestas son chocantes, pero apostilla que la política clásica es ya un callejón sin salida.Pregunta. Muchos ciudadanos pueden apoyar algunas de sus iniciativas, como el reparto del empleo o el derecho a que vivienda y lugar de trabajo estén próximos, y no votar a Los Verdes por considerarlas irrealizables.
Respuesta. Creo que, cuando lanzamos esas propuestas, tenemos que avanzar sobre la experiencia pasada. Esas propuestas son sustancialmente distintas a las clásicas, que son las que han demostrado su inviabilidad. Ensayar nuevas fórmulas en el campo económico implica un riesgo relativamente pequeño con relación a los fracasos anteriores. Y creo que hoy cualquier reflexión económica seria insiste en la línea que nosotros planteamos. Lo que estamos es sorprendidos de que no haya más incidencia de estas propuestas, porque en la comunidad científica son un tema a la orden del día. Nosotros achacamos esto a un cierto analfabetismo político que hay en la clase política española. Son propuestas perfectamente realizables y buscan una salida nueva a un callejón sin salida: el callejón en que está ahora mismo el debate económico entre derecha e izquierda.
P. ¿Cree que los políticos españoles son analfabetos en ese sentido?
R. Sí, aunque podamos matiza
R. Los grupos dominantes se mueven en esquemas muy anquilosados que ni siquiera se mantienen vigentes ni en Europa ni en Estados Unidos. En la cuestión ecológica, el analfabetismo llega a la ignorancia.
P. ¿Considera a Los Verdes el partido más heterodoxo de estas elecciones?
R. Somos heterodoxos en relación al sistema, porque no -somos profesionales y carecemos de dinero. Esto supone un coste, pero también un beneficio mayor, y por eso participamos en las elecciones.
P. ¿Cómo reaccionan los electores ante sus propuestas?
R. Se producen tres sentimientos distintos. Por un lado, hay uno general de simpatía; otro de curiosidad, pues los ciudadanos quieren conocer cómo se encarna nuestro programa en los hechos cotidianos. De otro lado, los sectores influyentes quieren que nos definamos en su terreno. La derecha nos plantea si somos liberales y la izquierda si somos renovadores. Pero nosotros contestamos lo que queremos y eso termina por incomodarles. Las nuevas formaciones tienen que ser heterodoxas para superar el sistema existente. No vamos a poner flores al sistema, sino a cambiar el jardín.
P. ¿No es muy sencillo elaborar propuestas heterodoxas cuando no se van a sacar más de tres o cuatro diputados en el mejor caso?
R. Eso es cierto. Es más fácil elaborar propuestas cuando no se tiene una perspectiva de gobierno que cuando se tiene. Por qué negarlo. Pero también es cierto que el juego democrático consiste en la tensión entre lo realizable, aquello que puede realizar la opción que gobierna, y lo deseable, aquello que demanda la oposición. En esa tensión es donde se dan los puntos óptimos. Si nosotros no somos capaces de mantener el polo de lo deseable, que es perfectamente realizable, y el Gobierno no ejerce su función de ajustarse a la realidad, lo que tendremos será un pragmatismo inútil.
P. ¿Tras más de una semana de campaña oficial, siguen confiando en obtener grupo parlamentario?
R. Sí, porque los márgenes de voto que necesitamos para obtener ese grupo se mueven dentro de los márgenes de error de las encuestas. Con las encuestas que tenemos hoy podemos no obtener nada y podemos obtener perfectamente el tanto ' por ciento necesario para lograr grupo parlamentario. Si se añade el margen de indecisos tan alto en estas elecciones, es razonable esa expectativa.
P. Y esos posibles diputados, ¿qué harán en la votación de investidura?
R. Esos posibles diputados escucharán los programas, que es una cuestión muy importante que no se suele hacer en el Parlamento, harán sus propuestas y votarán en función de la afinidad programática de los distintos candidatos. Si esos candidatos son fieles a lo que están diciendo y a lo que defienden sus programas, lo más probable es que no votemos a nadie de los posibles candidatos a la presidencia del Gobierno y lo hagamos a nosotros mismos. Ahora, si esos candidatos llegan a posiciones de acuerdo con nosotros, que lo vemos muy difícil, por no decir imposible, votaríamos al que aceptara nuestro programa. Pero claro, ahí habría un problema, y es que alguno de los dos tendría que violentar su compromiso con los electores. Nosotros no estamos dispuestos a eso ni creemos que ahora mismo la función de Los Verdes sea sustentar ninguna opción de las mayoritarias.
P. ¿Y más allá de la investidura cuál sería su política de alianzas?
R. Tendría que ser puntual. En cada proyecto, en cada iniciativa legislativa, veremos qué es lo que hay. Vamos con voluntad de llegar a acuerdos con todo el mundo, pero no sólo acuerdos parlamentarios, sino acuerdos sociales en los problemas urgentes en el campo ambiental, en el de las libertades, etcétera.
P. ¿Cuando dice "todo el mundo" incluye a la derecha, al PP?
R. Nosotros incluimos a todo el mundo. Estamos dispuestos a hablar con todo el mundo, pero nuestra diferencia se marca también con todo el mundo. Por eso insistimos en que ni la izquierda tradicional ni la derecha tradicional representan nuestro programa. Puede haber afinidades en puntos concretos más adelante, pero será puntual.
P. Su polémica con IU y el presunto ofrecimiento socialista de un ministerio a un dirigente verde, ¿hasta qué punto no son una estrategia de campaña?
R. En los dos casos no hemos sido nosotros los que hemos dicho la primera palabra. Lo único que hemos hecho es responder cortésmente, pero tajantemente, a todas las propuestas con un no, porque no implicaban un acuerdo de fondo, sino una especie de operación de marketing electoral. Que además haya contribuido a que hayamos estado presentes en los medios de comunicación, pues bueno, alguna baza tendremos que jugar, ya que no tenemos millones. Pero no hemos sido nosotros los que hemos iniciado esa política.
P. ¿Su interés no ha sido hacer ruido?
R. No, aunque estamos necesariamente inmersos en el ruido.
P. ¿Ha habido divisiones en Los Verdes sobre la polémica propuesta de tipificar como delito las corridas de toros?
R. Hay un problema de interpretación sobre eso. En el seno de Los Verdes hay distintas sensibilidades, no cabe duda. Hay grupos muy interesados en la defensa de los derechos de los animales y en la abolición de cualquier forma de trato cruel. Luego hay un planteamiento más global que inserta este problema de los derechos de los animales en el contexto de toda la crisis ecologista. En este planteamiento más global, que es el mayoritario, se considera que debe tenderse a abolir estos espectáculos crueles, pero no se piensa ni muchísimo menos que deba ser por la vía de la imposición, sino por la del diálogo.
P. Pero incluir esa cuestión en el Código Penal es una forma de imposición.
R. Claro, claro. Lo que nosotros proponemos en el programa, y no es un punto fundamental, es que se tipifique en el nuevo Código Penal el maltrato y la crueldad a los animales como delito. Pero luego el desarrollo de esa tipificación no tiene ni muchísimo menos por qué implicar la penalización de espectáculos como las corridas de toros. Lo que nos podríamos plantear, en todo caso, es, una vez que este tipo global esté introducido en el Código Penal, establecer medidas de control de los espectáculos, suprimir los que sean suprimibles, corregir lo máximo posible la crueldad en las corridas de toros y establecer un debate abierto sobre la desaparición no sólo de este espectáculo, sino también de prácticas industriales o de investigación que acarrean una violación de esos derechos de los animales. Ésa es la posición hoy mayoritaria, la que vamos a defender y la que quizá no apareció clara. Este es un tema importante, pero no prioritario, ni mucho menos.
P. ¿Cuál es su postura sobre el terrorismo?
R. El terrorismo es un efecto de la cultura de la violencia y un cáncer para la cultura de la paz. Es nocivo incluso para los que creen que a través de la violencia se puede conseguir algo. ETA debe abandonar las armas y a partir de ahí el Estado ha de ser generoso y dialogante, y al mismo tiempo aplicar la ley.
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