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Una hora justita

"Hoy tenemos mal rollo. Hay preparación física y no nos gusta porque los jugadores preferimos el balón", comenta Michael Laudrup. Son las 10.25.Todo se desarrolla a puerta cerrada. El público se agolpa en las vallas cubiertas de setos que dejan huecos para la visión de sus ídolos. Pero la estrella es Johan Cruyff. El técnico holandés hace de psicólogo, de entrenador y de lo que sea necesario. Tiene dotes de mando y sólo delega funciones en su inseparable amigo Carles Rexach.

A Cruyff le bastan cinco minutos -de 10.35 a 10.40- para explicar a sus jugadores el menú del día. Después llega la tan temida preparación física bajo la batuta de Ángel Vilda, al que algunos denominan el gomina. Carreras progresivas, y unos ligeros ejercicios.

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Zubizarreta y Busquets, los dos guardametas, calientan por su cuenta. Total: ¡diez minutos! Y es que la maquinaria no está para muchos trotes y sólo hay que mantenerla.

Otros siete minutos se consumen en tomar contacto con el balón. En grupos de tres o cuatro jugadores se intercambian pases al primer toque.

Son las 11.02 y Rexach llama a capítulo. Es el encargado de distribuir los petos para realizar el habitual partidillo; es decir lo que desean los jugadores. Se forman tres equipos. Con peto blanco: Laudrup, Witschge, Begiristáin, Nadal, Alexanco y Guardiola, que en aquellos momentos desconoce cuándo se rompera su rodilla derecha. Con peto rosa: Bakero, Ekelund, Amor, Salinas, Ferrer y Stoiclikov. Sin peto: Koeman, Pablo, Vucevic, Maqueda, Soler y óscar. Sólo faltan los lesionados. Y comienza el espectáculo.

El truco de este día consiste en que el equipo que encaje un gol debe ausentarse del terreno de juego y dar paso al que espera en la banda. Cruyff observa a sus jugadores, apoyado en la banda. Apenas habla ni corrige errores. Han transcurrido 25 minutos y los reune en el centro del terreno. Ya no está Guardiola que se ha retirado cojeando. Nadie sospecha el alcance de su lesión por eso las caras son sonrientes cuando a las 11.31 minutos se van a todos a la ducha.

La peoná ha durado una hora justa.

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