Clinton apuesta por Yeltsin y prepara un "agreviso" programa de ayuda a Rusia
Resueltas las dudas sobre la sede de la próxima cumbre ruso-norte-americana, que se celebrará, finalmente, en Vancuver (Canadá), el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, declaró ayer que no tenía ningún miedo de jugar a fondo la carta de Borís Yeltsin en la crisis que afecta a Rusia y anunció que acudiría los próximos días 3 y 4 de abril a la reunión en la ciudad canadiense con un "agresivo y específico" programa de ayuda económica.
"Borís Yeltsin es el líder político elegido de Rusia y ha demostrado un gran valor al luchar por la democracia, las libertades civiles y las reformas económicas, y yo voy a apoyar todo eso", dijo Clinton en su primera conferencia de prensa desde que llegó a la Casa Blanca.La única variación de la posición de Clinton respecto a anteriores declaraciones sobre la crisis rusa fue que, esta vez, el presidente norteamericano expresó el respaldo, no sólo al propio Yeltsin, sino a "todos los reformistas de Rusia", lo que puede ser interpreitado como una indicación de que Estados Unidos apoya el proceso democratizador por encima de las personas.
El presidente estadounidense ha sido advertido por varios observadores, entre ellos el exsecretario de Estado, Flenry Kissinger, de que un excesivo compromiso personal de Estados Unidos con Yeltsin puede conducir a una situación de aislamiento similar a la que ocurrió tras la caída de Mijaíl Gorbachov, con quien George Bush se había comprometido a fondo.
Clinton manifestó ayer que no creía estar apoyando demasiado a Yeltsin y explicó que el presidente ruso es "el líder de un proceso de reformas" de cuyo éxito dependen también los propios intereses de Estados Unidos.
El presidente norteamericano opinó que la convocatoria de un referéndum hecha por Yeltsin era "un paso apropiado en una democracia". A una pregunta sobre si, en el caso de una caída constitucional de Yeltsin, sus herederos seguirían contando con la ayuda de Estados Unidos, Clinton señaló que la solución de los problemas internos de Rusia era una cuestión de los rusos, pero advirtió que "Rusia es y tiene que seguir siendo una democracia".
No cerrar puertas
Bill Clinton se está moviendo con extraordinaria prudencia en este asunto: su apuesta es Yeltsin, pero no quiere cerrar ninguna puerta de cara al futuro, excepto la del totalitarismo. Subrayó que el Gobierno norteamericano está obligado a tratar con los líderes de los países con los que tiene relaciones, independientemente de las circunstancias por las que altraviesen esos líderes y, en una comparación, no muy afortunada, afirmó que recientemente estuvo en Washington el primer ministro británico, John Major, de quien recordó que su partido había apoyado a Bush en las elecciones norteamericanas.Bill Clinton no parecía, en todo caso, demasiado entusiasmado con la idea de tener que trasladar la cumbre a Moscú, por si eso podía ser interpretado como un gesto de excesivo respaldo personal a Yeltsin en estos momentos dramáticos para el máximo dirigente ruso. Esa posibilidad había sido mencionada en la capital rusa por el viceprimer ministro Boris Fiodorov.
Cuando el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Andrei Kózirev, de visita en Washington, entró ayer a su reunión con el secretario de Estado norteamericano, Warren Christopher, no quiso opinar sobre el asunto. Pero cuando salió de esa reunión, anunció que la cumbre se mantendría en Vancuver. Kózirev no había encontrado en el Departamento de Estado un ambiente muy favorable al traslado de sede.
Andrei Kózirev dijo también que durante sus dos días de visita a Washington discutiría con las autoridades norteamericanas sobre "cómo trasladar la solidaridad política en un programa práctico de cooperación para promover las reformas políticas en Rusia".
Kózirev se entrevistará hoy con Bill Clinton, quien ayer ya anunció que este fin de semana se reunirá con varios asesores y con miembros del Congreso para preparar un detallado programa de ayuda económica a Rusia. El presidente norteamericano informó que hoy tiene previsto mantener una conversación telefónica con Yeltsin.
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