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"Sentí un botellazo en la cabeza y después una puñalada en la espalda"

Un angoleño de 19 años pierde un riñón tras ser atacado por unos desconocidos

Un botellazo en el cráneo, un golpe en la mandíbula y un pinchazo en un costado. Eso es lo que recuerda Luis Marcolino Vieira, inmigrante angoleño de 19 años, de la aciaga madrugada del 27 de diciembre. Lo ha contado él ahora, tras salir del hospital, porque la policía no informó entonces. Cuatro desconocidos le apuñalaron en la plaza de Barceló, sin mediar palabra ni hacer amago de robarte, según han confirmado fuentes policiales. Como consecuencia del ataque, en el Clínico tuvieron que extirparle un riñón. Este hombre, que trabajaba en la construcción sin contrato laboral, debe hacer frente a un periodo de obligada baja médica sin cobrar un duro.

Los hechos ocurrieron hacia las dos de la madrugada. Marcolino Vieira regresaba de acompañar a su novia y se dirigía a la pensión donde llevaba alojado varios días, en el numero 2 de la calle de San Lorenzo."De repente sentí un botellazo en la cabeza, me volví, vi a un chico que me dio otro golpe en la mejilla y poco después noté una puñalada en la espalda", relata. "Caí al suelo, pero enseguida me levanté y eché a correr hacia el hospedaje", añade mezclando el español y el portugués. "Empezaron a perseguirme, pero uno de ellos comentó a los otros: "No, aquí en la calle no...", y pude llegar a la pensión".

Los dueños de la casa de huéspedes abrieron la puerta y se lo encontraron malherido. "Sangraba muchísimo y se iba tambaleando, así que avisamos a la policía, que vino con una ambulancia", explica la patrona del hospedaje.

Ingresado en el hospital Clínico, le diagnosticaron "traumatismo renal izquierdo con herida punzante" y tuvieron que extirparle el riñón. Permaneció en el centro sanitario hasta el 9 de enero, día en que recibió el alta médica. Sólo el personal clínico, la policía y los dueños de la pensión conocían su estado. Su novia no se enteró de lo ocurrido hasta el 2 de enero, ya que estaba fuera.

De sus agresores sólo recuerda que eran cuatro jóvenes -tres chicos y una chica-, que uno llevaba una cazadora de cuero negro y otro una camisa a rayas. Cree haber identificado a alguno entre un grupo de personas que ha visto días después al volver a pasar por la plaza de Barceló.

Vieira llegó a Madrid hace dos años. Durante un tiempo vivió en el Centro de Acogida de Refugiados que el Inserso tiene en Vallecas. Allí obtuvo el permiso de trabajo y la residencia a través de un contrato temporal en una fábrica.

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