Una apuesta ganada
Las películas que tienen su origen en una novela sufren el destino de los hijos; de los famosos que se dedican a la misma actividad: están destinados a ser comparados, generalmente con desventaja para las criaturas. Celia, que emite TVE-1, es un caso ejemplar de cómo las mejores intenciones se pueden reunir en una producción propia: un guión basado en una serie de novelas de calidad y producido por algunos de los mejores profesionales del cine español. El empeño no puede ser más noble: rodar una serie para niños con el cuidado que se prepara una película de alto presupuesto, desterrando el paternalismo de considerar a los niños como unos consumidores indefensos capaces de tragarse lo que les echen. El resultado, sin embargo, no parece que alcance -sólo se han emitido dos episodios- las esperanzas depositadas en la empresa.El respeto por el espíritu de la obra literaria de Elena Fortún y el clasicismo cinematográfico de José Luis Borau ha dado como resultado una serie que gravita peligrosamente hacia la ñoñez. Capturar el espíritu independiente, rebelde, incluso crítico que supone Celia en el ambiente de burguesía ilustrada republicana, bajo cuyos pies se abría la sima de una sociedad desgarrada por conflictos sociales, era una tarea difícil. Borau hace un trabajo primoroso con los actores, consigue momentos de una gran sensibilidad, pero la concatenación de anécdotas en que se basa la narración hace que el conjunto adolezca de una debilidad profunda, que tal vez puede estar en la adaptación de la obra literaria, o tal vez el mundo de Celia nos parezca hoy tan irreal como la historia no contada de nuestro pasado histórico inmediato.
Sin embargo, en cualquier secuencia de Celia hay más talento, interés y diversión que en la inmensa mayoría de las películas de serie B que emiten con profusión todas las cadenas. La serie funciona -y bien, según todos los testimonios recogidos- con los niños, sus principales destinatarios. Por esto solamente, la serie ya merece el aplauso, por el esfuerzo que supone recrear en televisión un universo literario que ayude a acercar los libros a los niños.
Fomentar la lectura
Muchas y buenas producciones de TVE, que han tenido su origen en obras literarias, han tenido la virtud añadida de difundir los libros en que se basaban entre sectores de la población que de otra forma no se hubieran acercado a las librerías. Tal vez no sea la primera obligación de ninguna televisión fomentar la lectura -existe una cierta contradicción entre los hábitos hipnóticos y gregarios que genera la pequeña pantalla y la disposición que requiere la lectura-, pero cualquier televisión pública debe luchar por la cultura de su país. Y cultura es producir un cine y un teatro lo más próximo posible a sus espectadores, acercar los libros, el mundo literario, intelectual, de un país, por complejo que sea el empeño, a las pantallas de televisión. Los resultados pueden ser buenos, regulares, incluso malos. Pero las malas películas del cine español funcionan muy bien en las pantallas; a veces, mejor que las buenas. Las comedias de situación de producción propia, cuando sintonizan con el público, son éxitos notables, como Farmacia de guardia, que emite con gran éxito Antena 3, o las series como Juncal, de Jaime de Armiñán, repetida una y otra vez con gran nivel de audiencia.Siempre se ha dicho que lo mejor es enemigo de lo bueno. Celia es un ejemplo encomiable de los riesgos que debe correr una televisión pública al empeñarse en producir series de calidad a sabiendas de que la competencia contraprograme a la misma hora una película norteamericana de éxito.
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