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Muere cosido a pinchazos un marroquí que protegía a su mujer de tres borrachos

Hasta 17 puñaladas acabaron con la vida del marroquí Mohamad Bouzem, de 38 años, asestadas presuntamente por tres compatriotas que acudieron a su casa en busca de "mujeres". Los agresores, borrachos, pretendían llevarse a la esposa del fallecido, a su cuñada y a otras mujeres que residían con él. Fátima Aljaiani, su esposa, recibió un pinchazo en el abdomen al interponerse para defender a su marido.

Bouzem ingresó cadáver en la clínica de la Zarzuela, y Aljaiani, de 29 años, permanece en la unidad de vigilancia intensiva del hospital de Puerta de Hierro.El presunto autor material de la agresión, identificado por su hermano como Aumar Abdeslam, y como Mohamed Mahmoud por la policía de Majadahonda, de 28 años, permanecía detenido ayer en la comisaría de Pozuelo de Alarcón. También fue detenido otro de los atacantes, Mohamed Boulahya, informa Efe. Varios testigos relataron los hechos al grupo de homicidios de la Brigada de la Policía Judicial. Los tres marroquíes llegaron a la vivienda de Bouzem (en la calle de Fontis, 13) gritando "¡queremos mujeres!". Éste, que se encontraba en una habitación con su esposa, les dijo: "Aquí residen familias honradas y ninguna prostituta".

Al no conseguir su objetivo, comenzó una discusión que acabó en una reyerta en un descampado que se encuentra colindando con el domicilio del fallecido y con la calle de Santa Catalina.

Allí, uno de los atacantes sacó un cuchillo grande y asestó 17 puñaladas al fallecido. "Seis, en el corazón", asegura un testigo, que aclaró que en la pelea sólo intervinieron dos personas y que la tercera permaneció en un Renault 12 de color azul, matrícula B-8187-BB, en el que se dieron a la fuga los implicados.

Los agresores asestaron a su esposa, Fátima, "un pinchazo en el abdomen". Según la versión policial, se habían unido en matrimonio hacía una semana.

En el descampado en donde se perpetró el crimen se podían ver ayer dos grandes charcos de sangre. Entremedias, un reguero. Fue el que dejó Bouzem en lo que serían sus últimos pasos. Allí se desangró entre el barro y el agua. Unas compresas llenas de sangre delataban el último intento por parar la hemorragia que acabó con su vida.

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