Feliz caos
Son tiempos de confusión en los que la capacidad de consumo es notablemente superior a la de la oferta, lo que potencia el delirio. Cantantes, escritores, artistas en general, se las ven y se las desean inútilmente para estar a la altura de las circunstancias. Una voracidad que justifica tanto resurgimiento cultural.Románticos, prerrafaelistas, psicodélicos, tex-mex, raperos, todos conviven en feliz caos. Ya nadie se sorprende por pasar de los revitalizados Beatles a los hermanos Cohen, y de ahí, a Camarón; o de éste a Willy de Ville, que charla con Cole Porter y Georgia O'Keefe. Kaspar David Friedrich comparte cartel con Abdul Mati Klarwein, mientras Dinah Washington le pone voz a unos vaqueros.
Naturalmente, la confusión es perfectamente extrapolable a otros ámbitos, desde el económico hasta el político. Y así asistimos a escenas en las que los tenderos son tratados como antaño trataban a los hijos espirituales de Mao, cuando Mao era el que nos señalaba quiénes eran los tigres de papel. Asistimos también al vértigo de escuchar a un conocido financiero. explicar que no sabe con seguridad si ha ganado 3.000 o 5.000 millones de pesetas en los últimos años, de los que suponemos habrá deducido los costes correspondientes de una campaña publicitaria a favor de la liberación de Kuwait y la restauración de la dignidad y la democracia. O leemos estupefactos la irresistible ascensión desde una subsecretaría de Industria hasta las estrellas.
En el ámbito político, señalar que tanta dedicación y entrega, tanta visión de futuro de sus profesionales, está consiguiendo, poco a poco, que aumente notablemente la abstención. Pese a todo, este evidente caos es mucho más saludable que la ramplona, cruel y corrupta monotonía de la larga vigilia franquista. Un triunfo, no lo duden.