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La voz rubia

Canal + ofrece hoy la última entrevista que concedió Marilyn Monroe antes de morir

Elsa Fernández-Santos

Marilyn Monroe sólo una vez, poco antes de morir, tuvo casa propía. Estaba situada en un arrabal de Los Ángeles y es una mansión que se aparta del lujo que acompaña a los ostentosos habitantes de Hollywood. Se trata de una casa sencilla y pequeña. En su entrada, la actriz ordenó que inscribieran una frase en latín: Cursum perficio, que significa "aquí acaba el viaje". En esa casa, se desarrolla la entrevista que hoy ofrece Canal + a las 14.30 y que fue la última que concedió la actriz antes de su muerte, el 5 de agosto de 1962.

Marilyn Monroe recibió a finales de julio de 1962 al periodista Richard Meryman, que entoncei era subdirector de la revista Life. Meryman preparaba un artícule sobre la experiencia de la fama y la actriz aceptó, después de leer un cuestionario previo, la cita con el periodista. "La fama es como el caviar: ¿a quién le gusta comer caviar todos los días?", dijo la actriz en la entrevista.La famosa voz trémula de Marilyn -que proviene del estado de estupor en que se sumió cuando todavía era Norma Jean Mortenson, al ver morir a tiros a su perro Tippy, lo que le hizo quedarse con un habla susurrante y casi tartamuda de por vida se grabó en una cinta magnetofónica que ahora da la vuelta al mundo en forma de reportaje televisivo. Una voz muy distinta a las roncas de Bette Davis, Barbara Stanwyck, Lauren Bacall o Mae West, otra rubia platino pero con voz profunda.

Ridículo

"Oiga, por favor, no me haga quedar en ridículo", fue la última frase que Marilyn dijo al periodista, quien observó cómo la estrella cambiaba bruscamente de humor, a medida que, en ayunas, vaciaba una botella de champaña.Durante toda la conversación entre Merymen y la actriz hay un hilo conductor que se repite una y otra vez: la risa, "alocada", según su interlocutor. "Yo solía reír tan fuerte y con tanta alegría", dice la actriz, que suelta una carcajada después de cada frase, especialmente si es seria, y que llena cada silencio con unos golpes inesperados de risita nerviosa. "Uno de mis problemas es la puntualidad", dice al mismo tiempo que ríe, "pero no se dan cuenta de que yo soy impuntual no por arrogancia, sino por todo lo contrario". Un año antes, durante el rodaje de The Misfits, la actriz replicó sonriente al cabreado director John Huston, que aguantó un retraso de ocho horas. "¿Que yo soy impuntual?", dijo, ofendida, Marilyn, "no será que usted tiene demasiada prisa?".

Cuando Richard Merymen entrevistó a Marilyn ya se había extendido el rumor de que ella cada vez era más adicta a los estimulantes. Había faltado 12 de los 32 días de rodaje de Something's got to give y la 20th Century Fox la había despedido. "Creo que la gente se llevaría una desilusión si supiera cómo los estudios tratan a sus estrellas". "En Los caballeros las prefieren rubias pagaron 200.000 dólares a Jean Russell, y a mí, sólo 500 a la semana. Pero para mí lo único malo es que no tenía derecho a un camerino propio. Un día les dije: oiga, quiero un camerino, porque al fin y al cabo yo soy la rubia y la película se llama Los caballeros las prefieren rubias. Ellos me contestaron que recordase que yo no era una estrella; y yo les dije: 'Bueno, pero, sea lo que sea, la rubia soy yo".

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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