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Tribuna:
Tribuna
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Espera

Si alguno de ustedes pasa estos días bajo mi balcón, descubrirá una carita ansiosa e ilusionada pegada a los cristales: C´est moi, esperando con el perro a que un mando socialista llame a mi puerta. No me atrevo a salir ni a por cigarrillos no sea que le falte.En esta época carente de estímulos y falta de alicientes he centrado toda mi capacidad de entusiasmo en semejante utopía. Es decir, que un socialista bien situado, con un buen negocio y una saneada cuenta corriente, educado, fino, entendido en vinos y a ser posible, en recalificaciones de terrenos, entre en mi piso, y tal vez en mi vida, ofreciéndome lo que siempre deseé, y no sé por qué tontería pensé que sólo me lo podría proporcionar Rainiero de Mónaco: posición, poder y una pasta para dilapidarla en fruslerías.

Lejanos todavía los tiempos en que sólo podría distraerme con los viajes del Inserso, y lontanos ya aquellos en que fui mitad musa de cineclub, mitad bataclana, me parece que nada me convendría más que un apaño razonable con un hombre del sistema que haya conseguido forrarse, a poder ser sin caer en la ilegalidad, sólo rozándola, aunque no me importaría que estuviera metido en un proceso: total, nunca los cogen.

El perro y yo matamos las horas fantaseando. ¿Llevará terno de seda o cazadora? ¿Será del Norte o del Sur, o de una pujante autonomía? ¿Verbalmente encendido como Rodríguez Ibarra o tipo sobrio que no cesa como Obiols? ¿Tendré la suerte de que me toque un socialista de altura? No digo yo que venga directamente Dios, pero bien podría acercárseme Benegas. Por si acaso, el perro con el que le espero no es el mío, un vulgar salchicha, sino el del vecino, que he tomado en préstamo: un doberman entrenado en repeler testigos de Jehová en ardorosos combates puerta a puerta.

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