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El desfile del adios

La cabalgata hizo su última salida entre lágrimas de trabajadores y espectadores

En el pabellón de Holanda, donde ayer sólo había cola para comprar bocadillos de emmental, los azafatos se pusieron las faldas de sus compañeras para hacerse las últimas fotos. A los visitantes, ni caso. Así comenzaron los trabajadores su fiesta de despedida, como un colegio en fin de curso. La cabalgata hizo su último recorrido entre lágrimas, abrazos y cohetes. Las carrozas se cubrieron con sábanas blancas en espera de que alguien quiera darles nueva vida.

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"¡Sayonara!". Un cartel gigantesco anunciaba en la fachada del pabellón de Japón, la Inminencia del adiós. Una azafata decía con guasa por un altavoz: "En el pabellón de Japón no hay cola, corran, corran". Y es que ayer la Expo amaneció más tarde. A las 10.30, hora y media después de que las puertas al recinto se abrieran, apenas había colas en los pabellones y en las soleadas avenidas -todavía mojadas por la tormenta de lluvia del día anterior- paseaban sin prisas los pocos visitantes que madrugaron y que parecían más interesados en comprar que en ver."Aquí ya no queda nada", explicó un guarda del pabellón de Arabia Saudí, señalando la tienda cerrada del pabellón. "¡Cómo no quiera llevarse a un árabe!", bromeó.La juerga de los trabajadores era general. En el pabellón de Estados Unidos, cuatro azafatas bailaban, desinhibidas, al ritmo de la música del grupo de rock U 2, que atronaba por. la avenida de las Acacias.La actitud del público tampoco era muy aplicada: "Hoy no queremos ver nada, hemos venido a despedirnos de la Expo", comentó una pareja que se paseaba por Plaza de América, donde ni el Señor de Sipán de Perú ni la exposición El oro de América -las muestras de mayor éxito del edificio- tenían demasiado público.Postales tridimensionalesSólo en las tiendas que permanecían abiertas -en la de Ecuador ya ni quedaba caja registradora- había gente. En Cataluña repartían los catálogos del pabellón -hasta ayer casi exclusivos para las visitas Vip- y en Japón regalaban -como en los primeros días de la muestra- postales tridimensionales.Cuando se acercó el mediodía, las calles volvieron a llenarse y ya por la tarde, se produjo la avalancha final. En la plaza Sony, donde se celebró la emotiva despedida a la cabalgata, se reunieron los visitantes y los trabajadores -incluso cuatro vendedoras del perfume Agua de Sevilla abadonaron su puesto- para decir el último adiós a la princesa de la Primavera, que lloraba desconsolada, y al polémico cardenal carnavalero, que se llevó la mayor ovación cuando sus compañeros lo elevaron a hombros.

Entre el público que asistió ayer al último desfile había quien, como Ana Gonzálbez, opina que la comitiva debería usarse "en fiestas especiales y para el día de los Reyes Magos"; otros, como Vicente García, sevillano de 26 años, cree que la misión de las carrozas ha terminado y "habría que quemarlas"."La cabalgata en sí es irrepetible por su magnitud, pero sus elementos tienen validez individualmente, cada uno desarrolla un concepto, y creo que podría servir tanto dentro del recinto, como parte de Cartuja 93, como fuera", dijo Joan Font, su creador. "Lo importante es que no muera de inactividad, sino que los motores se rompan de tanto usarios", añadió el director catalán.

La despedida se hizo desde el escenario de la plaza Sony en el que dos payasos, flanqueados por la luna y el sol, fueron retransmitiendo la entrada de las carrozas, que se colocaron formando un círculo como las diligencias en las películas del oeste. El escenario se llenó en pocos minutos con una pléyade de actores -todos los que participan en la cabalgata- que se desvistieron y desmaquillaron ante el público. El obispo, un personaje que ha levantado polémica en la ciudad, fue llevado a hombros por sus compañeros.

Aunque todos estaban "rotos de cansancio", ninguno parecía contento con el final de la Expo y muchos no pudieron contener las lágrimas.

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Especialmente la pupi -Personal Uniformado Polivalente- brasileña Rosa Malena, que no paró de llorar durante todo el espectáculo, al que asistieron unas 30.000 personas.

Para Ricardo Martínez Ramonde, coordinador de la Cabalgata, la calidad del espectáculo ha ido en aumento con el tiempo. "Lo mejor ha sido el esfuerzo de la gente que, a pesar de hacer todos los días lo mismo, se ha superado", aseguró.

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