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V Centenario, un proyecto cumplido

Javier Solana

Se llega hoy a la que se ha convertido en una de las fechas más simbólicas de la historia de nuestro país y también de la humanidad. Hace 500 años, un grupo de naves españolas, capitaneadas por un extraordinario marino, descubrían un mundo desconocido. Este hecho -subraya el autor de este artículo- no sólo fue trascendental para España, sino también para todo el orbe. El mundo, al encontrar su otra mitad, se unificaba, y empezábamos a ser una verdadera aldea global,

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Las consecuencias fueron tan grandes que numerosos países han considerado oportuno conmemorar ese día. En Iberoamérica llevamos una década trabajando, poniendo en marcha actividades, planes y programas de todo tipo.En nuestro país, la conmemoración del V Centenario ha sido fundamentalmente un proyecto político, un proyecto de Estado. Político, porque lo eran los objetivos marcados hace una década. De Estado, porque no sólo la Administración central, sino también las comunidades autónomas, Ayuntamientos, infinidad de asociaciones privadas y públicas han participado activamente para recordar el pasado, reflexionar sobre el presente y actuar para el futuro.

Los objetivos buscados han sido tres: modernizar nuestras relaciones con Iberoamérica, difundir en la sociedad española el conocimiento del pasado histórico común y de la realidad iberoamericana actual y dar a conocer en terceros países la realidad de una España en transformación y democrática.

Nuestras relaciones con Iberoamérica necesitaban ser actualizadas, aligerándolas de retórica y ampliándolas a nuevos campos que hoy son centro de las relaciones internacionales. Pues bien no ha sido corto el camino recorrido en este sentido.

Acciones multiformes

Y resulta bien comprobable a través, de la tupida red de tratados de amistad y cooperación suscritos, de los programas globales de cooperación bilateral firmados con casi todos los países iberoamericanos, del acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, de las, en fin, multiformes acciones que todos esos instrumentos suponen, y para cuyo diseño y ejecución fueron creadas la SECIPI (Secretaria de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica) y la AECI (Agencia de Cooperación Internacional).

Aunque la visión resulte aún más profunda si observamos la vasta panorámica ofrecida por las cumbres iberoamericanas de jefes de Estado y de Gobierno, sobre las que es obligado detenerse.

Imaginar, antes de Guadalajara, encuentros de estas características hubiera requerido una fe notable en algo tan deseable como complejo de llevar a la práctica. Contemplar ahora, con la II Cumbre de Madrid ya a nuestras espaldas, los caminos por ella abiertos invita a pensar que un trabajo razonablemente bien hecho ha sido acometido, en beneficio de los cerca de 500 millones de iberoamericanos que Esfuerzo colectivo forman nuestra comunidad.

La comunidad iberoamericana, en efecto, aspira, primero, a regirse por un código de conducta democrático, en el que ineludiblemente figure el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales. Su propósito es, y aquí vale la pena la cita literal del texto adoptado en Madrid, "conseguir una sociedad libre, abierta y pluralista, con pleno ejercicio de las libertades fundamentales, sin perseguidos ni excluidos y dirigida a la consecución del progreso y de la justicia social".

Y, segundo, ha instrumentado un ágil esquema de concertación política y abordado unos programas precisos y tangibles, partiendo de la educación al servicio de la modernización y del desarrollo social y humano como las palancas de pulsión de nuestro esfuerzo.

Así, el lanzamiento del satélite Hispasat viene a suponer un paso más en la construcción de la aldea iberoamericana y su inserción en la ya mencionada aldea mundial en que se ha convertido nuestro globo. Y, por otra parte, los primeros pasos dados en proyectos de gran calado, como son el Fondo Indígena o en Ambiente y Salud, constituyen indicios que nos mueven a la esperanza.

Esfuerzo colectivo

Mil novecientos noventa y dos ha servido para que la sociedad española conociera mejor su pasado, así como el presente iberoamericano. Con el esfuerzo de todos, se han editado más de 1.500 libros, realizado películas y series de televisión, convocado múltiples reuniones de expertos e intelectuales, celebrado numerosos festivales de teatro y danza, restaurado monumentos... Además, se han creado instituciones permanentes que difundirán la cultura iberoamericana en España y fuera de España, como la Casa de América y el Instituto Cervantes.

En este esfuerzo colectivo se ha prestado también atención a otros quintos centenarios. El encuentro de sus majestades los Reyes con la comunidad judía, el pasado 31 de marzo, fue un ejemplo de reconciliación en un mundo en el que resurgen con fuerza problemas étnicos y religiosos.

Los actos del próximo 4 de noviembre, en Medina Azahara, con la presencia, igualmente, de sus majestades, recordarán de nuevo el esplendor de la España árabe, prolongado y renovado hoy en nuestras excelentes relaciones con los países del norte de África y Oriente Próximo.

Con valentía y resolución, Latinoamérica se está moviendo en estos últimos años en cinco planos: reafirmación de las libertades fundamentales, avanzar en la coincidencia entre nación y justicia, luchar para superar la dualidad democracia-estancamiento, reforzar la vigencia del derecho internacional y proseguir la integración regional. De todas estas líneas, el documento de conclusiones de la II Cumbre Iberoamericana es un fiel reflejo.

Por otra parte, países iberoamericanos han participado, a veces decisivamente, en procesos de negociación y diálogo que se han concretado en significativos acuerdos de paz o contribuido a solucionar diferendos territoriales históricos.

Con las variaciones que imponen procesos nacidos en tiempo y geografía distintos, los europeos estamos también inmersos en parecidas búsquedas. Con algunas confirmadas convicciones: la de que el hombre y la mujer de carne y hueso que viven en nuestras ciudades y campos son la medida de nuestra acción, la de que no parecen existir opciones radicales en el catálogo de soluciones del que disponemos, la de la inutilidad de las fortalezas, por poderosas que se crean, en un mundo de extensas e intensas inmigraciones y de comunicaciones instantáneas.

Las culturas podrán o no, como ha dicho recientemente en estas páginas el autor de Terra nostra, definir el nuevo orden mundial, que trabajosamente pugna por erigirse sobre los restos todavía calientes del antiguo. Sí ello fuera así, no tiene la iberoamericana, en su unidad y diversidad, una mala calle de salida en la carrera del siglo que viene.

Ocasión lograda

Nuestra cultura, diáfana casi siempre, o permeable cuando menos para todos cuantos usan sus dos lenguas principales, afortunada y vocacionalmente mestiza, ha ido siempre al encuentro del otro y contribuirá a que el racismo o la xenofobia no reaparezcan en los comportamientos y actitudes de nuestro tiempo.

En tales aperturas y rechazos seguimos empeñados hoy los iberoamericanos de ambas orillas de un Atlántico llamado a convertirse en otro Mediterráneo, desde el tan prometedor como siempre difícil y apasionante presente de una comunidad que mira al futuro y sigue dispuesta a luchar por él.

En conclusión, 1992 está siendo, pues, una ocasión lograda para modernizar nuestras relaciones, nuestra sociedad y nuestro papel en el mundo, tareas que, como es natural, no terminan ahora, ya que el 92 es para todos nosotros un punto y aparte, pero no un punto y final.

es ministro de Asuntos Exteriores.

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