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Condena por torturas a dos guardias civiles ya indultados por idéntico delito

El Gobierno indultó el 8 de febrero de 1991 a dos guardias civiles -José Domínguez Tuda y Manuel Macías Ramos- que habían sido condenados poco antes por torturar al hoy parlamentario de HB José María Olarra. Estos dos agentes volvieron a ser condenados ayer, junto con otros tres miembros del instituto armado, por torturas. La Audiencia de San Sebastián ha sentenciado que los cinco guardias maltrataron reiteradamente en julio de 1983 a Joaquín Olano, vecino de Lasarte, detenido como sospechoso de pertenecer a ETA.

La Audiencia condena a siete meses de arresto a los sargentos Manuel Barroso y Enrique Dorado Villalobos, a cinco meses a los cabos Felipe Bayo Leal y José Domínguez Tuda y a dos meses al guardia Manuel Macías Ramos. Todos ellos deberán indemnizar a la víctima con tres millones de pesetas. La sentencia eleva la petición fiscal y sanciona con la máxima condena (siete meses de arresto y siete años de inhabilitación) al sargento Barroso, instructor de las diligencias. Cuatro de los cinco guardias tendrán que ser expulsados del cuerpo, puesto que la condena incluye penas de inhabilitación de seis a siete años. El último agente será inhabilitado sólo por un año.Olano fue arrestado como sospechoso de pertenecer a ETA y de haber participado en un atraco cometido seis días antes y conducido al cuartel de la Guardia Civil en el barrio donostiarra del Antiguo. La Audiencia Nacional absolvió posteriormente a Olano de tales cargos.El tribunal considera probado que los agentes aplicaron electrodos al detenido, le provocaron sensación de asfixia por los métodos de la bañera y la bolsa de plástico, le amenazaron con violar a su esposa y le propinaron reiterados golpes con los puños, los pies y una guía telefónica. Los malos tratos se repitieron a lo largo de la noche del 29 de julio de 1983, incluso después de que Olano fuese reconocido por un médico forense y un secretario judicial.El facultativo le apreció hematomas y erosiones en la cabeza, el cuello, los brazos y el hombro izquierdo, intensos dolores y tos persistente, síndrome de angustia, dificultades de vocalización, inestabilidad física, incapacidad de mantenerse de pie y desorientación temporal.

Los guardias, detalla la sentencia, emplearon para la bañera un balancín, construido artesanalmente con una tabla y unas correas para amarrar al detenido, lo que les permitía dosificar la inmersión del torturado.

Los malos tratos fueron denunciados por una vecina que oyó gritos de súplica procedentes del cuartel.

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