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Reportaje:

La fila del morbo

'Instinto básico' vuelve a llenar de colas la Gran Vía

Ana Alfageme

Las escaleras de mármol del cine Lope de Vega, en la Gran Vía, registraban ayer a la hora de la siesta un ajetreo inusitado en comparación con el entorno. Las puertas de cristal tragaban a los espectadores de la primera sesión mientras otra fila empezaba a bajar por la acera. Aguardarían media hora para conseguir una butaca con la que disfrutar, a pesar del dolor de cuello, de todo el morbo que les trajo a ver Instinto básico, la polémica película que ha ligado 1.240.000 espectadores en 10 días. Era domingo, pero las colas en la Gran Vía vuelven todos los días.

"¿Tú crees que llegaremos?", pregunto él. "Uff", le respondió, ella, abrazándole. La pareja de jovencitos rebasó la cola que esperaba ante el cine y siguió Gran Vía abajo, aplastada por el calor, casi hasta la siguiente esquina. Luego se pusieron a la cola, la única que había a esa hora ante los cines de la Gran Vía. Eran las cinco de la tarde de ayer. Mientras, Ana y Óscar, ambos de 19 años, se lamentaban, con las entradas calentitas en la mano, de su fila cinco para la sesión de las siete, después de media hora en cola. A su lado, pasó un turista norteamericano, miró el cartelón de la película, luego la fila de 30 metros y exclamó: "My God".La taquilla de venta anticipa da había abierto hacía 15 minutos. "No sé, esto es por el bombo que le han dado; nosotros hemos visto películas en la Gran Vía que estaban bien y que no era tan difícil conseguir entrada", dice Óscar, que empieza este curso la carrera. Una de las dos taquilleras del Lope de Vega salió un momento a consultar algo con el encargado y dijo, con la lengua fuera: "No sé si es porque es muy buena, o porque tiene mucha publicidad, pero esto es espantoso". La misma taquillera que, al ratito, les vendió las en tradas a dos hermanos que ponen copas en un pub de General Ricardos: les daban el tercer piso y decidieron esperar hasta la noche. "Todo el mundo dice que está muy bien. Hasta en el metro he oído comentarios", dice Paco, el mayor, que tiene 27 años.

Ángel, el encargado del cine, un hombre de pelo y bigote canoso, dice que han llenado a diario las 1.500 butacas del cine en las sesiones de tarde y de noche, desde el 21 de agosto, en que se estrenó. "Hace por lo menos dos años que no pasaba esto, casi desde la primera película de la Pantoja. Y en los otros tres cines nuestros donde la ponen ocurre lo mismo".

En la cola, Cristina, de Vallecas, aguardaba sola. Ha intentado venir un par de veces se ha quedado sin entradas: "Vengo por el morbo, porque me gusta el director y para ver si Sharon Stone [una de las protagonistas] sale tan guapa como en las fotos. Y porque aquí ponen la peli doblada". Isabel, de 16 años, y Teresa, de 15, compañeras de equipo de baloncesto, vienen porque les han dicho que es muy fuerte. "¿Y saben vuestros padres que venis?" "Sí", contestan ellas riéndose.

"Yo no la veré"

Mientras, Esperanza se sienta, por fin, en la tranquilidad del guardarropa después de acomodar al público de la sesión de las cuatro de la tarde. Poco antes ha contado las monedas que los paracas, las familias con crías incluidas y las parejas de amigas maduras le han alargado, dispuestos a empezar con un plato fuerte de punzón pica hielo y seda teñida de rojo sangre. "Por los comentarios del público, es un desastre, yo no la veré".Esperanza dice que esta película, en la que un policía y una rubia deslenguada coquetean a estas horas, ha conseguido que el Lope de Vega abra la taquilla miércoles y domingos por la mañana. Instinto básico, la película de Paul Verhoeven, ha devuelto a la Gran Vía las colas de aquellos años en los que Esperanza era una de los 13 acomodadores fijos de la sala. Ahora son tres. Y cada día de la semana, Gus, el muchacho que atiende el bar, se encuentra con una fila de 20 metros por lo menos una hora antes de que comience la sesión de tarde. A Gus le habían dicho que Sharon Stone tenía todo un cuerpazo. "Es verdad. Y además, la película me encantó".

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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