Powell y Lewis, guerra psicológica
Carl Lewis sí consiguió su clasificación para los Juegos Olímpicos en el salto de longitud. Lo hizo con una marca importante, 8,53 metros, pero no fue la mejor de la final del preolímpico estadounidense. Ésta la obtuvo Mike Powell, con 8,62. Ambos atletas han dejado pendiente su revancha particular hasta que se vuelvan a enfrentar en Barcelona. Porque Powell renunció a hacer los tres últimos saltos. Lewis también se tiró un farol y pasó de dos.
Son maniobras para intimidar al contrario. Porque la'lucha psicológica ante la final olímpica ha comenzado. Powell saltó primero. Se fue hasta los 8,50 metros. Era una marca como para impresionar. Sobre todo porque apenas había podido entrenar cuando, tras saltar en mayo 8,90 metros con la ayuda del viento, sufrió una compresión en las vértebras. Le tocó el turno a Lewis: 8,04. No había color. Se confirmaban las impresiones de la calificación, en la que mientras Powell se iba hasta los 8,36, Lewis se quedaba en 8,14.Entre el resto de participantes, Joe Greene, de 25 años, alcanzaba los 8,26. Lewis, por lo pronto, era tercero. Y aún faltaban Conley y Myricks, capaces de saltar bastante más que ocho metros. Lewis tuvo que forzar la concentración.
Dio resultado. Hizo 8,37, que es un salto ya como para estar tranquilo. Máxime después de que Powell hiciera nulo y ninguno de los otros aspirantes a estar entre los tres primeros llegara tan lejos.
Powell saltó por tercera vez. Se fue hasta los 8,62. Era el tercer mejor salto de su vida, tras los 8,95 del año pasado y los 8,66 del anterior.
Le correspondió a Lewis intentar la mejora del salto de su rival. EI preolímpico es una competición singular. Porque la victoria es lo de menos, puesto que la misma recompensa recibe el primero que el tercero, ir a los Juegos Olímpicos. Ganan tres y pierden los demás. El triunfo sólo vale para que la letra pequeña del historial oficial de los atletas contenga tres palabras más: "winner US trials".
Reafirmar confianza
Pero en esta ocasión todo era diferente. Lewis competía por primera vez después de su fracaso de los 100 metros. Y necesitaba reafirmar su confianza, demostrarse a sí mismo que no está acabado, que todo fue un mal día, como repite constantemente.
Así que Lewis tenía por delante los 8,62 metros de Powell. La revancha estaba a su alcance. Lewis inició la carrera, muy larga, como es costumbre, se impulsó, voló y cayó lejos: 8,53.
Quedaban tres saltos. Y Powell, entonces, jugó de farol. Los jueces le llamaron y dijo que no saltaba más, que daba por terminado el concurso. Los 8,62 metros le aseguraban prácticamente ir a los Juegos. Lewis fue entonces a por Powell. Pero lo hacía desconcentrado ante su jugada e hizo nulo. Consideré entonces que lo mejor era devolverle el guante. Le quedaban dos intentos más, pero no los haría. Más que aceptar la derrota, lo que hacía era aplazar la revancha al 6 de agosto, día de la final olímpica. Puso, naturalmente, otra excusa: "Quiero correr bien los 200 metros y prefiero reservarme".
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