'AVEntura' en Atocha
El tren de alta velocidad atrae a los visitantes de la renovada estación
El progreso sobre raíles. Por centenares, van a verlo. La renovada estación de Atocha se ha convertido en lugar de paseo por el trópico y la tecnología. No es sólo el atractivo de su exuberante jardín; el plato fuerte es el AVE, objeto de todas las miradas y casi todos los deseos. Quienes pasan el control para subirse y viajar a 250 kilómetros por hora lo hacen con una mezcla de expectación y, en algunos casos, recelo.
Los tiempos han adelantado que es una barbaridad. Juan Antonio Díaz lo sabe bien. Hijo de ferroviario y droguero jubilado, supervisa cada mañana las obras de Atocha. Lo hace desde hace años; ya controló el desmantelamiento del scalextric. Forma parte de ese grupo de gente mayor que consume las mañanas entre los andenes de la estación. "Aquí hubo un problema con la junta de dilatación, allí no fraguaba el hormigón de la columna, esa gotera no se ha resuelto", explica este experto en la obra del arquitecto Rafael Moneo. Lo que no se explica es que el estanque del jardín se haya convertido en una Fontana de Trevi repleta de monedas.
Díaz, que lanza miradas de deseo al AVE y conoce al dedillo sus características, se para ante el control de acceso al andén de la modernidad; todavía no tiene billete, pero no tardará. "Pienso estrenarlo dentro de unas semanas", afirma.
Blanca, jubilada de Renfe, echa un vistazo a los progresos de la casa. "La estación ha quedado muy bonita, pero lo del AVE no lo veo muy claro, ¿Quién se va a subir después de la Expo? Mejor habría sido hacerlo Madrid-Barcelona", sentencia.
Arriba, las azafatas de información reciben numerosas quejas por la deficiente señalizaçión del AVE y porque los carritos portaequipajes se atascan más que andan. Al contrario que los usuarios, los visitantes —especialmente numerosos y en familia durante los fines de semana— reparan más en las novedades que en los defectos.
Colegios de visita
Los alumnos del colegio Tierno Galván, de Móstoles, llegan en tropel. "Hemos venido a visitar el Museo Nacional Reina Sofía, y, de paso, vemos el AVE y la estación", explica uno de los profesores que dirige a los 90 chavales de octavo de EGB. Lo que más les gustaría a los chicos es poder subirse al tren, que contemplan desde la barrera de seguridad custodiada por varios vigilantes.
La hora se acerca. Los viajeros más afortunados abandonan los escasos bancos para dirigirse a la cola que se forma. Adoptan semblantes graves; ha llegado el momento. Marcelina Pérez y Francisco Rodríguez llegan apresurados y repletos de bultos. Vienen desde su domicilio de Valladolid y se dirigen a la Expo: "Son cosas de mi hijo", explica ella. ¿Miedo? "También se pasa la primera vez que se sube en avión". Luis Carlos Arribas, economista, y Pilar Bermejo, abogada, aguardan su turno. "Nos vamos a la Expo en el AVE por aquello de la novedad", explica él. "Es como una aventura, aunque con eso de las averías estoy algo preocupada", matiza ella. El norteamericano Mike Tourment es el último de la fila. Su exótica gorra de béisbol le delata como turista. Nunca había estado en España y le parece "excitante" probar un tren casi avión.
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