Objetivo indiscreto
Hay noticias que, trascendiendo su carácter de anécdotas puntuales, adquieren el rango de auténticas revelaciones del estado de conciencia de una comunidad. Este es el caso de lo acaecido a esa joven, en paro desde hace nueve meses, que, respondiendo a una oferta de trabajo, descubrió atónita que sólo se trataba de un truco para hacer reír a los telespectadores del programa de TVE Objetivo indiscreto.Sabido es que el tema número uno entre las preocupaciones de los españoles es el paro, también lo es que el 16% de nuestra población activa se encuentra en esta situación y que mes tras mes este porcentaje aumenta. Por ello, el hecho de que la protagonista del engaño sea una persona sin trabajo y que además la situación supuestamente cómica consistiera en la prueba de competencia para una colocación, es algo más que una mera casualidad.
La antropología ha descrito cuál es el papel del chivo expiatorio en las sociedades en crisis. Su función consistía y consiste en servir de receptáculo arbitrario de los miedos y fantasmas colectivos, de forma que a través de su inmolación aquéllos fueran exorcisados.
¿No tiene acaso este mecanismo victimario una extraña relación de semejanza con el caso que nos ocupa?
Bien es cierto que en esta ocasión la sangre no llegó al río, pero el espectáculo frustrado de esa mujer intentando superar una absurda prueba de selección tiene más de tortura que de simple e inocua broma.
Me temo que el afán de lucro y la envilecida relación con el dinero que reflejan la existencia de este tipo de programas y su masiva audiencia, en vez de alejamos, nos acercan cada día más a la barbarie. Baste si no recordar cómo justificaba el director del programa el mal rato que le habían hecho pasar a la joven, argumentando que ésta no lo había hecho en balde, pues, además de invitarla a comer, le iban a pagar 10.000 pesetas.-
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