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Por una 'marsellesa' menos violenta

Un centenar de personalidades francesas piden el cambio en la sangrienta letra del himno nacional

Una noche del mes de abril de 1792, el capitán Claude-Joseph Rouget de Lisle cantó por primera vez La marsellesa a un grupo de revolucionarios reunidos en Estrasburgo. A punto de cumplirse el bicentenario de aquella noche, numerosas personalidades francesas, entre ellas Danielle Mitterrand, consideran que aquel texto, convertido en el himno nacional del país, es un anacronismo. Los llamamientos a levantar "el estandarte sangriento" y derramar la "sangre impura" les parecen poco acordes con el espíritu de los tiempos.La idea de sustituir la letra de La marsellesa por otra menos violenta fue propuesta hace unos años por el abad Pierre, uno de los personajes más populares de Francia. Ahora, otro abad, Jean Toulat, la acaba de retomar en su libro Por una Marsellesa de la fraternidad. Esa misma divisa ha sido adoptada por un comité creado para encontrarle al himno nacional francés "un texto en armonía con el espíritu republicano de libertad, igualdad y fraternidad y con el deseo universal de paz".

El comité afirma que no se di solverá hasta haber conseguido la adopción oficial de una nueva letra. La original les pone los pelos de punta. Desde hace dos siglos, los franceses proclaman en sus momentos de arrebato patriótico que "el estandarte sangriento está levantado" contra el enemigo que viene a "degollar" a sus hijos y compañeras, y se declaran prestos a que la "sangre impura" del enemigo riegue los surcos de Francia.

Entre el centenar de personalidades que han firmado el llamamiento para el cambio en el himno nacional figuran la esposa del jefe del Estado, Danielle Mitterrand, quien en los últimos años ha realizado diversas campanas en favor de los refugiados y minorías de todo el mundo; la ex ministra de Cultura Françoise Giroud; el cantante Charles Aznavour; el líder antirracista Harlem Désir; el empresario marsellés Bernard Tapie; el presentador de televisión Patrick Poivre d'Arvor, y el vulcanólogo Haroun Tazieff. Uno de los firmantes propone ya que que el estribillo "A las armas, ciudadanos, formad los batallones" sea sustituido por "Juntos, ciudadanos, construyamos el porvenir". Francia ha encontrado así una de esas querellas algo bizantinas que dan sal y pimienta a su vida política e intelectual. La anterior, la de la reforma de la ortografía, terminó con la victoria de los partidarios de seguir manteniendo el acento circunflejo y otras rarezas de la lengua de Moliére. La letra de La marsellesa tiene muchos partidarios, entre otros, el ex ministro socialista de Defensa Jean-Pierre Chevénement. Para él La marsellesa es "un símbolo de la patria y la república, indispensable a la formación del ciudadano".

Es difícil que Mitterrand, agobiado por tantos otros problemas en la etapa final de su reinado republicano, entre a este trapo, aunque sea agitado por su esposa. La letra de La marsellesa está protegida por la Constitución y no puede ser modificada más que por referéndum o por acuerdo conjunto de la Asamblea Nacional y el Senado.

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