Un piso
Quienes no puedan acogerse al plan de viviendas que anuncia el Gobierno lo tienen difícil si quieren comprarse un piso.Para comprar un piso en las grandes ciudades españolas hay que ganar un sueldazo o ser rico. Cualquier ciudadano que conozca las cuatro reglas echa las cuentas y no le salen. Cualquier ciudadano querría vivir en el cogollito de la ciudad, claro, pero, como ya está lleno y los pocos pisos disponibles tienen un precio que, sólo podrían pagar si les tocara la Primitiva, ha de buscar otro en las afueras.
Un piso arregladito allá por las quimbambas puede valer sus 15 millones de pesetas, que -al decir de quienes saben- es módica cantidad. Bueno, pues va al banco el ciudadano, pide a crédito esos 15 millones y, en el supuesto de que se lo den, aparte gastos de notaría, bancarios y diversas pejigueras que se llevan los ahorros, habrá de pagar un interés de¡ 16%; es decir, 2.400.000 pesetas al año, o, si es por meses, 200.000. Y a esta cantidad ha de sumar las amortizaciones. 0 sea, en números redondos, 300.000.
Luego están los gastos de comunidad, el gas, la luz, el teléfono, reparaciones de lo que se puede romper y fatalmente se rompe; la familia que quiere comer caliente cada día; los colegios; los niños, que necesitan jerseicitos para el invierno; pantalones de quita y pon al objeto de no ir a la oficina con el culo al aire; agua, jabón y otras fruslerías; medicinas, transportes, el café de las once, y restantes capítulos de obligado cumplimiento. Total, sumado lo anterior, medio millón.
Este sesudo estudio económico revela que o los ciudadanos ganan del medio millón de pesetas arriba, o no se pueden comprar un piso ni en las quimbambas.
Cómo ganar medio millón es otro asunto. Que una columna no da para todo, caramba.
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