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Cerebro

Rosa Montero

Cuanto más lo pienso más me angustia saberme manoseada por un cerebro. Me refiero al supuesto cerebro de la red de fraude informático, aquel que salió de Carabanchel disfrazado con un mono de pintor para despistar a los periodistas. El cerebro debió de pensar (porque para eso es un cerebro) que nadie le iba a reconocer vestido de obrero. Y es que a los cerebros nunca se les puede confundir con los currantes. Si se ponen a trabajar se les desparraman las neuronas. Por eso viven de vampirizar a los demás.Este cerebro en concreto nos ha sorbido la sustancia a 21 millones de españoles. Con tanto número de la seguridad social, carnet de identidad y de conducir, pasaporte, cartilla de vacunación de los perros, tarjeta de crédito, cuentas bancarias, plazos de la hipoteca, número fiscal, registro profesional, radiografía de las caries archivada meticulosamente en tu dentista y demás burocracias, todos estamos atrapados por un sinfín de datos informáticos y a merced de los desaprensivos. Como el cerebro éste. Mírenlo, qué gordezuelo está. Toda la grasilla grisácea que se le ha acumulado entre las neuronas y las dendritas. Me parece reconocer esa manteca: procede en parte de mis lomos, estoy segura.

Se veía venir. Llevamos años hablando de la indefensión del ciudadano ante la informática, pero nadie hace nada. Empiezo a sospechar que al Estado quizá le interese que sigamos así, inermes y con los datos al aire, por si un buen día se les ocurre damos una patada en la puerta o en las narices. Porque siempre es más civilizado tener la filiación completa de aquel a quien se patea. Pusieron en la calle al supuesto cerebro tras pagar una fianza de tres millones, suma que debe de ser una fruslería para un cerebro con tanta grasaza. ¡Y pensar que se disfrazó de honesto obrero! Eso sólo lo puede imaginar un cerebro perverso.

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