Un poco más a la derecha
La idea que me propongo desarrollar es que la crisis de adaptación de la socialdemocracia o las grandes redefiniciones estratégicas, cuando se resuelven positivamente, con visión de futuro, suponen un giro a la derecha. De lo contrario, o son irrelevantes -como el Programa 2000- o conducen a los socialistas a posiciones de radicalización en procesos de aguda tensión política.La causa última de esta tensión permanente del socialismo para adaptarse es la fatal arrogancia de haber pretendido buscar un sustituto del mercado como medio de información de las demandas y valoraciones sociales. El fundamento del socialismo es inclinarse por la igualdad, aunque implique una limitación de la libertad hasta el punto de que a más socialismo corresponde menor libertad, y viceversa. Socialismo y libertad no son sinónimos; son una contradicción.
Quizá por ello el panorama de la socialdemocracia como proyecto político y apoyo electoral es desolador en el conjunto de Europa. Cualquier observador imparcial constatará el hecho del progresivo retroceso del socialismo democrático desde el triunfo electoral de los conservadores en el Reino Unido en 1979. En Europa oriental, la socialdemocracia es sinónimo de reducto, del refugio, al que han acudido presurosamente los aparatos de los antiguos partidos comunistas en busca de una legitimación democrática. En Europa occidental, la pérdida del Gobierno en Suecia, consiguiente al retroceso electoral, ha supuesto a la vez el fin del modelo sueco y del más firme bastión socialdemócrata. En España, los esfuerzos de reelaboración teórica por parte del PSOE deberían haber concluido en 1991 con el Programa 2000, pero, lejos de ello, los socialistas españoles continúan empeñados en una nueva definición de su proyecto político e ideológico. Nueva definición que llega, como en el caso de André Gorz, a la sugerencia de abandonar el mismo concepto de socialismo, según se recoge en una publicación oficial del partido.
En la misma línea, el reciente congreso del Partido Socialista Francés (PSF), tan influyente en los destinos del socialismo al sur de los Pirineos, ha puesto de manifiesto el intento teórico de adaptación a las nuevas circunstancias, derivadas de lo que Daniel Bell ha caracterizado como "profundo desprestigio del socialismo" o, en palabras de Ignacio Sotelo, de los "síntomas de agotamiento de la socialdemocracia".
La propuesta programática del PSF, coordinada por Michéle Charzat, defiende un "nuevo compromiso histórico con el capitalismo", mientras que Jacques Delors llegó incluso a proponer la transformación del partido socialista en una nueva formación socialdemócrata cristiana. El resultado final del congreso del PSF ha sido el apaciguamiento de las lógicas tensiones internas por el liderazgo del partido y un claro giro programático a la derecha.
A diferencia de la recomendación de Lenin cuando apoyaba medidas políticas más radicales ("Un poco más a la izquierda"), la socialdemocracia ha hecho generalmente justo lo contrario, y quizá por ello ha podido sobrevivir al naufragio global de la izquierda europea. En efecto, la clave de la adaptabilidad de los socialistas en el largo plazo ha sido casi siempre "un poco más a la derecha". Veamos algunos ejemplos.
En 1889, en Austria, Victor Adler consiguió unir las distintas fracciones socialdemócratas existentes en el congreso celebrado en Hainfeld. Pero lo más importante fue el giro político a la derecha que dieron los socialistas austríacos, que tanto indignó posteriormente a los bolcheviques. El austromarxismo consistió a la vez en una práctica política de masas eficaz y en una elaboración teórica de altura con personalidades tan destacadas como Kaustky, Otto Bauer y Karl Renner. En términos generales, el austromarxismo se caracterizaba por un radicalismo verbal y estratégico más que notable y una moderación en lo inmediato, que pasaba por la aceptación del sistema parlamentario para alcanzar el poder y una gran capacidad para la negociación y la consecución de acuerdos. Aquella nueva estrategia marcó los posteriores parámetros de actuación de los socialistas y permitió el acceso al Gobierno, primero, de los socialistas austriacos (en 1907), y después a los alemanes e ingleses, en los años veinte.
En 1957, los socialdemócratas alemanes giraron de nuevo a la derecha de Bad Godesberg al asumir tesis políticas defendidas desde muy pronto por los demócratas cristianos alemanes como la integración europea y el alineamiento atlantista. Por supuesto, aquel realismo político facilitó el ascenso de la socialdemocracia al Gobierno federal y marcó de modo general un cierto giro moderado de los socialistas occidentales. En España, los réditos de la renuncia del marxismo se recogieron en 1982. En el Reino Unido la promesa de Neil Kinnock de no modificar el statu quo conservador (fin de la hegemonía de los sindicatos, mantenimiento de las privatizaciones realizadas hasta el momento) ha centrado políticamente a los laboristas y ahora vuelven a tener alguna posibilidad de victoria electoral.
Sin embargo, cuando los socialistas giraron a la izquierda y se deslizaron por el peligroso camino de poner en cuestión la democracia parlamentaria (como en los años treinta), o bien fueron unos simples compañeros de viaje de estrategias golpistas o revolucionarias de su izquierda radical y comunista (como en España en 1934), o bien se sintieron paralizados, y posteriormente fueron destruidos, por el avance arrollador de los movimientos nazi y fascista.
Sin el referente marxista, igualitario, el perfil socialista pierde y gana el democrático. Por ello el horizonte previsible del socialismo es el desplazamiento "un poco más a la derecha" en coherencia con la experiencia positiva del socialismo europeo. Y ese amplio espacio político y electoral es la democracia radical, donde se encontraba la izquierda antes de 1848, antes de la publicación del Manifiesto Comunista.
Aparcar las viejas fórmulas de la socialdemocracia de los años cincuenta con hiperregulaciones y limitaciones de la iniciativa privada en todos los ámbitos puede ser uno de los caminos para la actualización del proyecto de la izquierda europea según el modelo del Partido Demócrata americano.
Como en tantos otros aspectos de la vida europea, lo que hoy está en cuestión es un giro político e ideológico similar al que hace un siglo propusieron y llevaron a cabo los austromarxistas. Aquéllos renunciaron al putsch, al golpismo revolucionario, en aras de una cierta lealtad y participación en el sistema parlamentario y democrático. Hoy la socialdemocracia requiere soltar el lastre populista y las ideas intervencionistas años cincuenta que de vez en cuando emergen en nuestra escena política y que recuerdan lo peor -en versión grotesca, no dramática- de la experiencia histórica del socialismo español.
es secretario de formación del Partido Popular.
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