Quiqui
"En este mundo, el lesbianismo es el peor de los acosos"
"Que tengas mucha mierda". Esa es la frase que intercambian los bailarines antes de salir al escenario. Y la mierda, o lo que sea, llegará al cabo de los años, cuando llegue, en forma de vedette en alguna revista, o de bailarina estrella, o azafata de algún programa de televisión. Mientras tanto, lo que hay son muchas horas de entrenamiento, poco dinero y, sobre todo, mucho buitre suelto.Como equipaje, unas piernas espléndidas y mucha competencia. Regla indispensable: sonreír en todo momento, como si estuvieras disfrutando más que nunca, y no estorbar nunca a la vedette. "Yo lo que pienso es que todas las miradas tienen que ir a mí, y que tengo que ser la mejor y la más simpática".
Consuelo Rodríguez Bueno empezó a los 14 años en Barcelona, en un cabaré de strip-tease, donde si la dejaban suelta se la comían los clientes, los bailarines, los dueños y las bailarinas. Por eso la madre, "como a la Pantoja", la llevaba y la traía al local, y allí la sacaba y la metía ,en el camerino, procurando que tratase con el menor número posible de personas. Ella llevaba una especie de moño, al que ahora debe su apodo.
"El acoso de las lesbianas", dice, "es mucho más fuerte y descarado que el de los hombres. Ellas van al grano". Verse en un camerino donde todas las miradas iban a la niña, de fondo frases como "vaya un cuerpo bonito, déjame que lo toque" y demás lindezas supone aprender de forma inmejorable a decir no con la mejor sonrisa.
Los travestidos fueron sus protectores incondicionales. Quiénes mejor que ellos podían enseñarle a colocarse las pestañas postizas, los mil y un maquillajes y las sombras de ojos. Luego fue al Instituto de Teatro, y después bailé con Esteso, con Codeso y con Carla Duval.
Ahorá, Quiqui sale de bailar en la sala Xenon, con Regina Dosantos, y come en uno de esos restaurantes abiertos a las cuatro de la madrugada. Por la noche, a la discoteca Joy Eslava: "Huy chicaaa, que tal tú por aquí en Madrid", porque ella trabajaba hasta hace poco en Barcelona, "de verdad que estás moníssima", y frases como ésas toda la noche. Muchísimos bailarines y coreógrafos en el piso alto de la discoteca. Ella, como va con uno de los hermanos Calatrava, que ,también actúa en el espectáculo de Regina, pasa siempre gratis.
Quiere abordar un día de estos a Luca, el coreógrafo italiano del ballet de Joy, un chico con el pelo hasta la espalda, y decirle: "A ver cuándo me enseñas a bailar". "La gente que me ha visto bailar dice que soy una chica Luca".
"Los típicos pijos"
De piropos soeces y animaladas, la chica Luca cuenta y no para: "En Barcelona, era una discoteca donde van los típicos pijos, y había un tipo muy bebido que me pegó un empujón y se puso a bailar". Más: "En Galicia, primero sentía yo como si me acariciaran los tobillos, y me hacía gracia, pero es que me agarraron y me tumbaron. Salí corriendo".Quiere ser vedette, "no de esas típicas jamonas de España", y para ello se apuntó hace un año a clases de canto. Quiere ser algo en televisión, y por eso se presentó a Un, dos tres... como bailarina. "Pero era sólo para dos semanas y no me interesaba. A lo mejor tenía que haber ido como azafata". Quiere trabajar en Telecinco, porque dice que le da mucho color, "los pasillos llenos de bailarines, no como en la TV3, que es como muy fría".
A veces le pagan como animadora de una de esas discotecas donde se tiene que subir a una jaula para desnudarse poco a poco mientras la jauría la aclama abajo. "Pero otras veces tengo que bailar casi a ras de suelo, y entonces siempre pido que haya un seguridad al lado porque la gente descontrola cantidad".
Ahora es una chica muy ambiciosa. Mañana puede verse en su casa rodeada de niños. Desde luego, la última alternativa no cuenta con muchas probabilidades, si se tiene en cuenta que se casó hace un año y apenas ha convivido 30 días con él. "Estamos cuatro o cinco meses sin vernos, yo de gira, en esas pensiones de pueblos, y cuando llegas no puedes decir qué tal, cómo te ha ido. Es todo más frío".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.