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El proteccionismo cultural en televisión, a debate en Francia

La guerra de las cuotas que opone en Francia al Gobierno socialista y las cadenas privadas de televisión llegó ayer a la Asamblea Nacional. Los diputados comenzaron el estudio del proyecto de ley que establece los nuevos porcentajes de producción original francesa y europea que deberán emitirse en las horas de mayor audiencia. El debate coincide con una grave crisis de la televisión privada. Empieza a abrirse camino la idea de que alguna de las cadenas aparecidas en los ochenta va a tener que cerrar.

"El Gobierno francés ha sacrificado la industria audiovisual a la industria cinematográfica", protestó ayer mismo Raymond Vouillamoz, un dirigente de La Cinq, una cadena que no ha logrado atraer tantos espectadores como ambicionaba y que atraviesa un gravísimo momento financiero. Vouillamoz aludía al hecho de que Jack Lang, el ministro de Cultura, ha terminado por imponer su sello al proyecto de ley de cuotas. Ese sello implica un fuerte apoyo a la producción cinematográfica francesa y europea.Las cadenas de televisión tendrán que difundir en las horas de mayor audiencia (entre las seis de la tarde y las once de la noche) un 60% de obras de producción europea, vengan o no de países miembros de la Comunidad Europea. La anterior legislación precisaba que ese 60% debía venir del seno de los Doce. En cuanto a la participación de obras de expresión original francesa -rodadas en la lengua de Molière en Francia, Bélgica, Suiza, Quebec u otros países francófonos- deberá alcanzar el 40%, en vez del 50% anterior. Eso significa que todas las cadenas deberán programar en torno a la hora de la cena entre 600 y 1.000 horas anuales de ficción francesa y europea.

Si a ello se añade que el Gobierno mantiene la obligación de un solo corte publicitario por programa o película y la reciente prohibición de los anuncios de cigarrillos y bebidas alcohólicas, los que creían en Francia que iban a hacerse de oro con las televisiones privadas afrontan el futuro con mucho pesimismo.

Los propietarios y dirigentes de las cadenas privadas de televisión consideran "draconianas" e "inaplicables" las obligaciones que el Gobierno quiere imponerles a partir del primer trimestre de 1992. Con un 42,9% del total de la audiencia y una buena cartera publicitaria, TF-1, la cadena de Francis Bouygues, puede aguantarlas. Sin embargo, las minoritarias La Cinq y M-6 afirman que el texto presentado en la Asamblea Nacional no les plantea otra alternativa que "vivir fuera de la ley o morir dentro de la ley". Esas cadenas se declaran partidarias del "libre juego de las fuerzas del mercado", es decir, la compra y difusión de productos norteamericanos baratos.

Para La Cinq y M-6, que, a diferencia de TF-1, Canal Plus y las cadenas públicas, no tienen un gran almacén de obras de ficción nacionales, encontrar esa producción es una auténtica pesadilla. En la práctica, deben encargar material nuevo, es decir, producirlo entera o parcialmente. Según La Cinq, el coste de su programación se verá incrementado en unos 200 millones de francos anuales (cerca de 4.000 millones de pesetas).

Se va abriendo camino la idea de que una cadena privada pueda morir. Jean-Luc Lagardére, presidente de Hachette, ahora mayoritaria en La Cinq, confirmó ayer que estaba buscando socios para intentar salvar esa cadena. Lagardére visitó a André Rousselet, el patrón de Canal Plus, la única cadena francesa que goza de una salud envidiable. Nacida hace siete años, Canal Plus tiene 3,1 millones de abonados y sus beneficios anuales se cifran en 1.000 millones de francos.

Ésa es, más o menos, la cifra de pérdidas anuales de La Cinq. La cadena de Hachette, que lo fue de Berlusconi, se ha visto obligada a aplicar un estricto plan de ahorro. Presentadores que se consideraban estrellas han sido despedidos y algunos de los programas más costosos han desaparecido de la noche a la mañana.

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