Vibrante triunfo del Barcelona
El Barcelona está condenado a sufrir en la Copa de Europa. Anoche logró una victoria que más bien semejó un parto con dolor y fórceps. Lo hizo sin Amor, a base de coraje, garra, ilusión y redaños. Fue un triunfo agónico que le abre las puertas de la esperanza, en una competición que le parece vedada. Sumé dos puntos vitales ante el Sparta de Praga y lo hizo con sólo 10 jugadores sobre el terreno de juego desde el minuto 18. Aquella perogrullada del carismático y polémico Helenio Herrera -"con 10 hombres se juega mejor", solía decir- se cumplió por aquello de que las excepciones sirven para confirmar la regla.El Barça salió como un vendaval y a la vieja usanza; es decir, con extremos-extremos, quizá por necesidades del guión, ya que el técnico Johan Cruyff no podía alinear a Stoichkov, sancionado, ni a Eusebio, lesionado. Enfrente tenía a un equipo clásico, que practica un 4-4-2 muy poco elástico, pero que llegó a Barcelona con la vitola de haber eliminado a uno de los máximos aspirantes al título, el Olympique de Marsella.
Los hombres de Cruyff jugaron 15 minutos vibrantes, en los que nuevamente se puso de manifiesto el estado de gracia por el que atraviesa Michael Laudrup. Pero no fue el danés quien hizo vibrar al público sino Amor, que reaparecía en los torneos europeos tras una larga sanción.
Paradójicamente, Amor contribuyó a la gloria y a la, agonía azulgrana. Primero marco un gol y acto seguido se fue al vestuario por esas incongruencias del fútbol. En su afán de rectificar el error de un compañero, derribó a Frydek cuando se plantaba ante Zubizarreta. La interpretación estricta del reglamento por parte del excelente colegiado danés Milton Nielsen dejó al Barga con 10 hombres y, lo que es peor, al borde del caos, porque de la correspondiente falta llegó el gol del empate checo.
Un club tradicionalmente victimista, con una afición fría que contempla impávida cómo el presidente y el entrenador se enzarzan en peleas interminables, fue levantado anoche en volandas por unos jugadores que demostraron que saben superar la presión ambiental que siempre atenaza al Barcelona.
Su reacción fue instintiva. Para ellos no valieron las tácticas o las consignas -si es que las hubo- que les llegaban desde el banquillo.
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