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'Asalam ailekum'

El sermón del viernes en la mezquita de Madrid trató sobre la conferencia árabe-israelí

Francisco Peregil

Sólo unos 10 fieles musulmanes aparecieron con traje y corbata. El resto vestía vaqueros y pantalones baratos. En cambio, en la sinagoga, podrían ser unos 10 o 15 los que iban con vaqueros, mientras que el resto usaba traje. Las señoras judías -unas 100-, con bolsos negros elegantísimos y vestidos de modistas parisienses. Las musulmanas -unas 20-, con chilabas impecables.A las dos de la tarde, 45 minutos antes de su predicación, Tatari no sabía si iba acudir alguno de los más de 80 miembros de las delegaciones musulmanas. A la misma hora, en el barrio de Chamberí, el judío Alberto Blustein, director de la Federación Cultural Israelí, tampoco sabía si alguno de los 14 delegados israelíes acudiría a la sinagoga de la calle de Balmes.

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Riay Tatary, nacido en Damasco hace 42 años, casado, ojos azules y cinco hijos, pronunció su discurso, sin que ninguna furgoneta del Cuerpo Nacional de Policía apareciera en la calle de Anastasio Herrero, perpendicular a la de Bravo Murillo. "Cuando los Reyes Católicos expulsaron a los judíos, ellos no se fueron a Roma. Vinieron a Estambul, capital del imperio musulmán. Significa eso que sabemos convivir con otras culturas, pero no se puede hablar de paz cuando te echan de tu casa".

Médicos y albañiles

Médicos palestinos que viven en Tetuán, comerciantes de Chamberí, camareros de Fuenlabrada, jardineros de la Ciudad de los Ángeles y albañiles de Fuencarral, entre otros, escucharon el viernes un sermón que giró en todo momento alrededor de la Conferencia de Paz.

Islam significa paz. Asalam ailekum, la paz sea con vosotros. "Ése es nuestro saludo y ésa nuestra cultura", dice Tatari. Momentos antes de explicarlo en el sermón, un anciano le dijo al imam que la cara es el espejo del alma y que hay espejos que es necesario romper. Se refería a Isaac Shamir, primer ministro israelí.

Con sus fieles, el imam fue explícito: "El versículo 256, capitulo II del Corán dice que no hay coacción en la religión. Siempre hemos sabido convivir con otras culturas, pensad por qué hemos llegado hasta esta situación. Si no nos hubieran echado de nuestras casas no habría ocurrido".

Un vigilante de día con un teléfono portátil, y otro de noche. En eso y en un circuito interno de televisión consistían las medidas de seguridad. El sermón del viernes estaba abierto a todo el mundo. "La cultura nuestra es así".

Pasó el discurso, y ningún musulmán de los más de 80 que asistieron a la conferencia oyó las palabras del imam. Faltaron a la cita obligada. "Los llamé después para preguntar la causa y me dijeron que a esa hora aún se estaban pronunciando conferencias de prensa en la Casa de Campo. No obstante, cuando se está de viaje, el fiel queda exonerado de asistir al culto".

Al día siguiente, Tatari se enteró de que algunos palestinos de la delegación acudieron a escucharle. "Creo que eran muy pocos y no se presentaron como delegados, pero vinieron".

Ayer tarde, la delegación palestina ofreció una recepción a los musulmanes que viven en la Comunidad de Madrid. El acto se celebró en la sede del sindicato UGT, situada en la avenida de América.

Apiñados

El viernes, al salir de la mezquita, los 700 creyentes se apiñaban en silencio para recoger unas hojas con el horario de las oraciones Bajaban apiñados unas escaleras muy estrechas, mientras buscaban afanosamente sus zapatos y sorteaban a duras penas los de los demás.

De repente, un joven pronunció en árabe unas palabras en voz alta ante el asombro de los demás. "Creo que está un poco enfermo", dijo el guardia de seguridad, que se acercó inmediatamente allí para tranquilizar al muchacho. "¿Pero qué dice?" "Que Alá es grande, el más grande".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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