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GRAN NOCHE ESPAÑOLA EN EL FÚTBOL EUROPEO

La entrada de Gordillo revivió al Madrid

ENVIADO ESPECIALA veces los árboles no dejan ver el bosque. A veces las preciosas individualidades pueden ocultar la fealdad del conjunto. Pero en el caso del Real Madrid de ayer no se antoja que nadie pueda llamarse a engaño. El Utrecht está virtualmente eliminado, cierto. Pero su victoria sólo se apoyó en una pericia aislada de Prosinecki a balón parado y en el instante psicológico justo, al filo del descanso, y en la desgracia posterior de Roest, al que quemó el aliento de Butragueño en su nuca. No fue, ni mucho menos, la derivación lógica de una superioridad únicamente supuesta. El equipo de Radomir Antic anduvo perdido durante muchos minutos. Tantos que su presidente, Ramón Mendoza, no se resistió a confesar que estaba "temblando". Menos mal que la entrada de Gordillo fue decisiva y revivió al Madrid. El equipo se ordenó entonces, pues ya no hubo amontonamiento de centrocampistas.

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El Utrecht no es ni el Eindhoven ni el Ajax, apenas ocupa la novena posición, una del montón, en la desigual Liga holandesa. No obstante, llegó a inquietar de manera seria al Madrid. ¿Por qué? Es una incógnita que Antic tiene la obligación de despejar Pronto, antes de que vengan mal dadas para él ahora que depende de Leo Beenhakker, un manager general que, como afirma, no ha renunciado todavía a su profesión de técnico. Sus piezas quizá sean perfectas, quizá no. Pero se mueven sobre el tablero consintiendo muchos resquicios a las contrarias. El ajedrez futbolístico exige unas compensaciones que esta vez, y no es la primera, no existieron.

Lamentable resultó observar cómo Hierro y Milla se ahogaban a menudo entre ellos mismos o por la presencia contigua de Hagi y Prosinecki. En otras ocasiones, en cambio, la distancia de unos a otros era excesiva, lo que dificultaba los enlaces. Michel, en algunas oportunidades, se veía forzado a inhibirse en sus penetraciones al cerrarle el paso Hagi. Sin embargo, Villarroya tenía su banda tan libre que le venía grande para intentar cortar las penetraciones con sentido de Verrips sin descuidar el. marcaje del joven De Kruijff, deseoso de lucir su incipiente talento en un escaparate tan especial. Algo fallaba. Las buenas intenciones no eran bastante.

En una de éstas surgió un viejo zorro del área. El internacional polaco Smolarek, a sus 34 años, apenas mantiene un trote cansino y un mínimo radio de acción. Pero sabe estar al acecho. Su instinto asesino no le ha abandonado. Por eso aprovechó el solitario balón del que dispuso en un ostensible error de una defensa madridista en la que, como denuncia Rocha, a lo peor se habla poco. El encuentro estaba cuesta arriba para el Madrid. No ya porque el Utrecht aparentase una fortaleza de la que carece, sino porque no se apreciaba la debida coordinación entre sus líneas. Aquello era un cada cual a lo suyo, sin orden alguno.

Pero Prosinecki también es un lobo en la ejecución de los libres directos al borde del área. En el primero de] que dispuso, en el vértice derecho del área, amagó y Van Ede hubo de darse una costalada contra el poste para poder desviarlo. En el segundo ya no le perdonó. El Madrid se había encontrado con un golpe de efecto, el de calidad personificada en el yugoslavo. Después falló otro impacto, ahora de fortuna, cuando Roest batió a su portero.

El cuadro de Antic se deslizó ya por el tobogán del descorazomiento de un rival que sólo dio señales de rebeldía en dos cabezazos tardíos de Liesdek, que saludó de cerca a la madera, y Bijl, que la hizo retumbar. Todo se le había puesto demasiado fácil. Lo paradójico fue que eso sucedió cuando Prosinecki, lesionado, hubo de ceder su plaza a Gordillo, una válvula de oxígeno para Villarroya. Así, quienes hablan de incompatibilidades y le acusan de individualista tuvieron un nuevo argumento que esgrimir. El Madrid venció sin él. Obvio. Pero no hay que olvidar que lo hizo en función de las circunstancias favorables. Además, podría plantearse otra disyuntiva: cómo habría evolucionado el cuadro si Hagi hubiera sido el afectado. La respuesta, otro día.

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