Intriga sobre la mujer que caminaba con un machete clavado en el cuello
Apareció caminando por una calle de Madrid, el lunes de mañana, con un machete sin dueño atravesándole el cuello y bañada en sangre. Ningún familiar acudió ayer a visitar a Carmen Cendegui Martínez, una mujer vasca de 37 años, en el hospital madrileño donde se recupera. La policía ignora de momento quién la obligó a pasear desangrándose con un cuchillo bajo la mandíbula y también desconoce el oficio de la mujer, su casa y sus costumbres. Y ella misma, enmudecida por las heridas, tampoco podía explicarse y aclarar así el misterio.
"Caminaba erguida con una gabardina y un vaquero. Llevaba algo en el cuello". El dependiente de la bodega de la calle de Antonio López observó en aquella figura, a media mañana del lunes un macabro detalle. La mujer sangraba por la boca. No era de extrañar: llevaba un machete acanalado que la atravesaba el cuello de parte a parte. En la esquina de Antonio López y la glorieta de Cádiz, cerca de la M-30, un automovilista observó aquella extraña silueta perforada por el cuchillo que esperaba cruzar la calle en un paso de peatones y, atónito, avisó al 092. El sargento Otero, de la Policía Municipal, recordaba ayer a Radio Nacional que cuando la llevaban al hospital, Carmen indicaba con gestos que el coche no corriese tanto, como queriendo tranquilizar a los agentes, conscientes de la gravedad de su hemorragia.En el hospital Doce de Octubre, horas después de la operación que reparó los destrozos en su cuello, Carmen seguía siendo ayer una incógnita: una silueta delgada y larga, de tez muy clara, con un gran vendaje blanco que tapaba las suturas en su faringe y adormilada en la cama 42 de la tercera planta. En un pasillo donde iban y venían, matando las horas, los pacientes de la sección de Cirugía Maxilofacial y sus familias, ella pasó gran parte del día sola, tumbada en la penumbra de su habitación y abriendo de cuando en cuando los ojos. "No, no ha venido ningún familiar", comentaba su compañera de habitación, una mujer joven que lleva quince días esperando entrar en el quirófano. Una chica se interesó por ella. "Una vecina, que la ayudó cuando la hirieron, dijo, y que la preguntó que si quería que avisase a su familia. Ella se encogió de hombros", explica su compañera de habitación. Los médicos que la operaron consideraban ayer estable su estado y sabían que el arma le había entrado por el lado izquierdo en su cuello y había dañado la hipofaringe.
"¿Te han atacado?"
Carmen, con la cánula de la traqueotomía insertada bajo la barbilla y una sonda bajando por su nariz, tampoco hablaba. "¿Te han atacado?" Ella sacudió levemente su cabeza morena de un lado a otro. "¿Te heriste tú?". Otro "no" y después un gesto de su brazo delgado sujeto a la aguja del suero, diciendo: "Vete".Los policías que fueron a preguntarla ayer no debieron tener mucha suerte, "dijeron que volverían", aseguraba su compañera. Fuentes policiales consultadas por Servimedia ratificaron que las investigaciones sobre el caso "han avanzado muy poco". Según la policía, Carmen no tiene oficio ni amigos conocidos y vivía hasta hace cuatro meses en una pensión del centro de Madrid.
"Solía venir por aquí, con otra chica. Creo que vive por estos bloques", comentaba, reticente, el camarero de un bar de la calle Antonio López cercano al lugar donde la recogieron. Pero nadie más parecía conocer a Carmen en la zona. ¿Quién, cómo la atacaron? Nadie lo sabe. Todo lo más, la vieron pasar escupiendo sangre por la carretera. ¿Dónde vive?. "Creo que está de alquiler por aquí", comentaba el bodeguero, "pero la gente va y viene". ¿Quien es?. Tampoco lo sabe nadie: como la mujer que regenta el bar Delfin, en la plaza, donde ayer comentaba el suceso con dos clientes, o el hombre que atiende, el concesionario de automóviles frente a la esquina donde Carmen y su anónimo machete esperaban la luz verde del semáforo.
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