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La disparidad de propuestas dificulta el cambio

Amparado en que "la razón de Estado" aconseja la existencia de un amplio consenso antes de acometer reformas de las reglas de juego electorales, el Gobierno contempla con tranquilidad, e incluso cierto regocijo, la disparidad de propuestas de la oposición. Mientras el PP estudia la posibilidad de solicitar que las candidaturas no estén bloqueadas, de forma que el votante se ciña a una opción política pero pueda escojer entre los candidatos, CIU desaconseja ese sistema, en tanto que socialistas y centristas lo rechazan directamente.El PSOE sostiene que las listas abiertas provocan más desvirtuaciones del sistema democrático de las que pretenden resolver. Además de apelar a que el pasado mes de junio Italia se pronunció de forma casi unánime, en un referéndum, por abandonar un sistema parecido, los socialistas arguyen que los electores apenas suelen alterar de hecho el orden de los candidatos propuestos por los partidos, como se comprueba, dicen, en las elecciones al Senado.

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Pero sobre todo advierten el riesgo de que si el votante puede escoger entre los candidatos de un partido estos rivalicen entre ellos; o busquen financiación "poco ortodoxa", o algunas empresas promuevan para diputados a personas que defiendan sus intereses. Temores que comparten CDS e IU, a los que CIU junta su sospecha de que los votantes se queJarían de que unos políticos elegidos así "harían lo que les da la gana".

Tanto IU como el CDS son partidarios de aumentar a 400 el número de diputados para aumentar la representación proporcional, porque ellos necesitan 120.000 votos para obtener un diputado, según cálculos centristas, mientras que al PSOE le bastan unos 40.000 votos. Pero los mecanismos que proponen para reforzar la proporcionalidad en la asignación de escaños difieren. El PSOE mantiene en cambio que sumar 50 diputados a los 350 actuales apenas aumentaría la presencia de las minorías.

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