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GENTE

Raisa Gorbachova

Las memorias de una primera dama en apuros

Enric González

Hacía ya tiempo que vivía atemorizada, angustiada por las visitas imprevistas y por las llamadas telefónicas "que traen ráfagas de desesperación, súplicas, sufrimiento y a veces muerte". Veía a los extremistas, tanto a los partidarios del viejo orden comunista como a los que apostaban por una drástica revolución liberal, como gente sin rostro, sino con máscaras, y esas máscaras desaparecerían en algún momento para revelar los rostros de la gente que delató a mi abuelo en 1930 y le destruyó [su abuelo desapareció durante las purgas estalinistas]". Sus temores se vieron confirmados de la forma más abrupta el pasado 19 de agosto, cuando una visita inesperada en su Finca de Crimea dio comienzo a un golpe de Estado impulsado por la vieja burocracia del Kremlin. Raísa Gorbachova aún no se ha recuperado de la apoplejía y la crisis nerviosa que sufrió aquel día, cuando todo se vio amenazado.

En el verano de 1990, Raísa, la esposa del presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, empezó a escribir sus memorias. En ellas evoca su infancia como hija mayor de un ferroviario, su juventud como estudiante universitaria y sus casi 40 años de matrimonio y ascenso en la nomenklatura de la URSS. Y recoge, sobre todo, las ásperas sensaciones del último año. "Afrontamos el momento más difícil", le dijo su marido al terminar las vacaciones del año pasado.

El periódico londinense The Sunday Times inició ayer la publicación de algunos capítulos de la autobiografía de Raísa, que aparecerá esta semana en el Reino Unido bajo el título Yo tengo esperanza.

El escrito contiene pasajes desesperanzados. "El nacionalismo y el extremismo afloran a la superficie. Se extienden como un cáncer y son para mí extremadamente alarmantes. Éstos son tiempos de ansiedad, hay muchas cosas por las que preocuparse: por el futuro del país, por el futuro de la Unión. ¿De dónde viene esta agresión destructiva? Tengo miedo. ¿No hay ninguna política eficaz ante este mal?". Raísa refleja una y otra vez su temor a las venganzas políticas, a los enfrentamientos, a las purgas como la que terminó con la vida de su abuelo, "por trotskista", cuando el hombre, un campesino analfabeto de Siberia, ni siquiera sabía quién era León Trotski. "Es triste e inquietante leer que la esposa de un popular diputado nos informa, con orgullo, de que su hijita puede decir intuitivamente, con sólo ver la imagen por televisión o escuchar su forma de hablar, si esa persona es 'uno de los nuestros' o 'nuestro enemigo".

Anteriores aparecen sus recuerdos de la llegada a Moscú en 1978, cuando Gorbachov fue elegido miembro del Comité Central del PCUS. Moscú era la ciudad en la que había estudiado y había conocido a su marido, pero volvía a ella como esposa de un dirigente. Disponía de un gran piso en la ciudad, casa de campo y chófer particular. Y se sumergió en la "atmósfera jerárquica" de "una gente con pretensiones de superioridad, que se sentía elegida".

No olvida algunas frases. Como la que le espetaron cuando se quejó del rrial comportamiento de unos niños: ¡Pero qué dice usted! ¡Ésos son los nietos de Bréznev!". O cuando, al ser invitada a una casa de campo, advirtió a sus propios niños que tuvieran cuidado con los candelabros. "¡Oh, no se preocupe!", exclamó un mayordomo, "son propiedad del Gobierno; se pueden romper".

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