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CAMPEONATOS DEL MUNDO DE ATLETISMO

Bubka y Foster, dos vicios que resisten

Santiago Segurola

S. SEGUROLA ENVIADO ESPECIAL Los jóvenes atacan; los viejos resisten. Dos astros de¡ atletismo, Serguéi Bubka y Greg Foster, vivieron una jornada agónica, pero se negaron a entregar el testigo generacional. Dieron a entender que algo no ha cambiado en el atletismo. Fueron campeones del mundo en Helsinki y Roma. En otros tiempos, su ciclo hubiera acabado mucho antes. Pero ahora hay dinero en las pistas. Los dólares son el motor del cambio, el señuelo que mantiene a Foster como el mejor vallista de¡ mundo con 33 años. Bubka ha ido más lejos. El regateo que mantiene con sus plusmarcas y el dinero le ha convertido en multimillonario.

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Bubka fue todo un carácter. Acostumbrado a unas victorias sin pelea, el soviético aterrizó ayer en el mundo de la competición cruda. Un húngaro prometedor, Istvan Bagyula, le apretó hasta el final. Fue una tarde dura, perjudicada por la lluvia. Bubka tenía un problema más. Sufre una lesión en el pie izquierdo y ha perdido algo de eficacia. La combinación de elementos estuvo a punto de provocar la gran sorpresa de estos campeonatos. Si alguien tenía el rango de favorito absoltuto, ése era Serguéi Bubka.Todo parecía discurrir con normalidad. Los pertiguistas estaban en el mundo de los mortales y Bubka en la estratosfera. Su primer intento fue sobre 5,70. Ningún problema. El callejón estaba húmedo, pero el atleta soviético se maneja con solvencia en todas las condiciones. En el recuerdo queda su irrupción en el gran mundo del atletismo. Fue en Helsinki, hace ocho, en una tarde de perros. Bubka llegaba de ninguna parte. Nadie contaba con el chico de 19 años. Y allí, en medio de un diluvio, se jugó la vida y ganó. Un poco de humedad en Tokio no podía intimidarle.

Dos jóvenes

Mientras Bubka descansaba, dos jóvenes peleaban cada centímetro. Eran el soviético Maksim Tarasov y el húngaro Bagyula. Con más dificultades, Rodion Gataulin trataba de mantener su prestigio. El momento decisivo llegó con la varilla en 5,90 metros. Tarasov cayó; Gataulin, también. Pero Bagyula se resistió; superó la marca en el primer intento. Bubka decidió saltar sobre esa altura. De repente, pareció terrenal. Fue un derribo aparatoso, como los que acostumbran a realizar sus rivales.

Su cabeza empezó a echar números. El húngaro se había colocado en primera posición. Debía jugarse su suerte sobre la siguiente altura: 5,95 metros. Le quedaban dos intentos. Pese a todo, el estadio rebosaba confianza. Es la aureola invencible que acompaña al soviético. Tomó de nuevo la pértiga, en un mano a mano con su rival, y salió a por su intento sobre 5,95. Un nuevo derribo. Era una situación alarmante. Un tipo casi desconocido tenía la posibilidad de acabar con el hombre que había batido 28 plusmarcas mundiales. Sería una revolución.

Casta de campeón

A Bubka le salvó su casta de campeón. Había recibido una inyección poco antes de llegar al estadio para calmar sus dolores en el pie. No estaba en una buena condición, pero agarró el palo, resopló y salió como un obús. Como en sus mejores días, hincó duro, dobló su pértiga americana y se colocó vertical. La propulsión hizo el resto. Bubka había rebasado la varilla. En la grada, una docena de fotógrafos tomaron las instantáneas de la reacción de su mujer y sus dos hijos. Esta vez, todo el clan del soviético tuvo que vivir toda la angustia del atletismo.

Greg Foster sufrió el mismo acoso. Su adversario fue un compatriota con escaso nombre, Jack Pierce, un atleta que parecía tener más futuro como baloncestista en la Universidad de Morgan State. Los dos se batieron en una vibrante carrera de 110 metros vallas.

Foster aguantó el chaparrón con una solidez admirable. Metro a metro, Pierce le recortaba terreno, pero el viejo no cedió y en la parrilla se tiró con fe hacia la línea de llegada. Durante varios minutos se abrieron apuestas sobre el vencedor. Ni siquiera la foto de la. llegada aclaraba mucho. Los (los había metido el tronco a la vez. Sin embargo, el cronometraje hila fino y con . cedió al viejo Foster las milésimas de la victoria, la tercera consecutiva en unos Mundiales.

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