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Reportaje:

Patinadores urbanos

Los practicantes de este deporte odian las drogas y no contaminan

Se mueven aupados en sus patines. Los rollers se juegan la piel entre autobuses, coches y motocicletas. Usan rodilleras, casco, coderas y hasta culeras. Casi ninguno de ellos sobrepasa los 20 años. Son los patinadores urbanos, que cuentan con una Vista gigantesca: el asfalto de la ciudad. Les gusta el deporte, repudian las drogas y no producen contaminación. Alguno se ha dejado la vida practicando este deporte en el duro asfalto callejero.

Se juntan casi todas las mañanas en el paseo de Coches del parque del Retiro. Nuno Henestrosa Rodríguez, de 16 años, lleva dos años patinando. Todos los gastos los cubre él de su bolsillo, porque su madre asegura que pierde tiempo para estudiar: "Le echa la culpa de todo a los patines", se queja.Nuno no tiene padre y su madre trabaja en una peluquería. Ella se niega a financiar esta afición de su hijo. Por eso el chico se ve obligado a ahorrar todo lo que le dan en casa para poder comprarse nuevas piezas.

"Lo que mola es hacerte tú mismo los patines a la medida de tu pie; sale caro, porque luego están los protectores: rodilleras, muñequeras, cascos, culeras...", dice Nuno con entusiasmo. Además de toda esa parafernalia, de vez en cuando compra unas revistas con información sobre patinadores editadas en el Reino Unido y Estados Unidos.

Volteretas en el aire

Otro compañero roller, Pachi Morales, de 15 años, asegura que llegó a escaparse del colegio en el que se encontraba interno para patinar en el paseo de Recoletos, el complejo Azca y el Parque Sindical. Es un experto en pasar botes, engancharse a vehículos y hacer inver (dar volteretas en el aire) en pistas -metálicas y elevadas por los bordes-, donde realizan sus exhibiciones. Reconoce que no se le da bien estudiar y va a empezar a trabajar como mensajero.La madre de Morales le esconde los patines desde que un amigo suyo, Ismael López Navarro, de 16 años, falleciera atropellado por un automóvil las pasadas Navidades.

Pachi reconoce que la muerte de Ismael le afectó profundamente: "Desde entonces hacemos menos calle. Pedimos al Ayuntamiento que nos pongan un carril para poder movernos por la ciudad junto con las bicicletas. En toda la ciudad de Madrid sólo hay un carril de estas características, y está en el barrio de Palomeras".

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Los rollers se quejan porque no pueden ir ni por la acera ni por la carretera: "Los conductores se bajan a agredirnos si descubren que vamos enganchados a su vehículo; los peatones protestan si vamos por la acera; la policía nos persigue, y algún que otro anciano se ha liado a bastonazos con nosotros".

En sus exhibiciones y concursos se escucha habitualmente música harco (una mezcla de heavy-punki). Y la gente disfruta cuando les ve haciendo arriesgadas e increíbles piruetas sobre las ruedas de sus patines.

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