Guerra abierta entre Mitterrand y la cadena privada TF-1
François Mitterrand está que trina con TF-1, la primera y más popular cadena de la televisión francesa, privatizada en 1987 por el Gobierno de derechas de Jacques Chirac. En su opinión, ese gigante, propiedad del empresario de la construcción Bouygues, aplasta a sus competidores públicos o privados, y, con el 41,9% de la audiencia y el 55%, del mercado publicitario, desequilibra el denominado PAF (paisaje audiovisual francés).En el éxito de TF- 1 pesa tanto el populismo de su programación -concursos, variedades, humor, telefilmes, debates en directo y telediarios rozando el sensacionalismo- como lo que Isabel Serrano, la española que trabaja en la dirección de La Cinq, llama "la inercia de la primera cadena". Según Serrano, los telespectadores siguen pensando que el primer canal de sus receptores, les da igual que sea público o privado, "es por lógica el mejor". También ocurre que muchos aparatos se siguen encendiendo de modo automático en el primer canal.
Ethlenne Mougeotte, vicepresidente de TF-1, acaba de declarar al semanario Le Nouvel Observateur: "Para los socialistas, nosotros somos los violadores del PAF Hemos secuestrado a la madre de todas las televisiones, la primera cadena, un símbolo, un mito". Cierto es que en 1987 los socialistas no sólo se opusieron a la privatización sino que se indignaron al ver que era comprada por un poderoso empresario del cemento.
Mitterrand, según Le Nouvel Observaleur, está convencido de que TF-1 hace el juego a la renacida oposición de derecha. Le indigna el tratamiento que él y Edith Cresson reciben en el programa de marionetas Bebette Show. Le escandaliza que el presentador estrella de la cadena, Patrick Poivre d'Arvor, haga desfilar en el telediario de las ocho de la tarde a los más grandes rivales del presidente: desde Chirac y Giscard d'Estaing hasta el valeroso juez Thierry Jean-Pierre o el turbio ex alcalde de Niza, Jacques Medecin, pasando por el mismísimo Sadam Husein.
Y, sin embargo, Mitterrand forma parte de los millones de franceses que están abonados al telediario de Poivre d'Arvor, que absorbe un 30% de audiencia frente al 15% de la pública Antenne 2 y el 4%, de la privada La Cinq. Todas las noches, el presidente maldice a TF-1 y su presentador más prestigioso. Cree que, con tal de ganar telespectadores, ponen en peligro la actividad de la diplomacia francesa y exacerban el clima político nacional.
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