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TOUR DE FRANCIA 1991

Indurain vivió una jornada angustiosa

Luis Gómez

Casi todos los enemigos que le restan a Miguel Induráin anduvieron ayer fuera de su control. Y fue el más listo de todos ellos, Greg LeMond, quien sacó provecho de lo que puede denominarse como una insensata condescendencia con el enemigo. LeMond, sin gran desgaste, llegó a la meta con 26 segundos de ventaja, y tan satisfecho estaba que permitió la victoria de Marco Lietti, lo que significó el cuarto triunfo consecutivo de un italiano. Induráin vivió ayer en una posición débil, pese a que la etapa vaticinaba calma chicha. El detalle sirve de aliento a sus rivales. Bernard, Lejarreta y Mauri perdieron 14.25 minutos.

LUIS GÓMEZ ENVIADO ESPECIALLa solidez de un líder no sólo se asienta en sus demostraciones de fuerza,- también en su autoridad para repeler cualquier mínima agresión. A los jefes del Tour siempre se les ha pedido cierta capacidad disuasoria para obligar a sus rivales a conformarse con otros objetivos. Dado este supuesto, que han seguido al pie de la letra los líderes en otras ocasiones, bien puede afirmarse que Induráin no empezó con buen pie la tercera semana de carrera. Puede afirmarse que el daño material ha resultado mínimo (LeMond está ahora a 4.42 minutos, tras recuperar 26 segundos), pero el efecto psicológico ha sido evidente. Los rivales de Induráin se hacían comentarios sobre sus escasos puntos débiles y a las 24 horas han empezado a pensar que el líder quizás sea demasiado joven e ingenuo para llevar el amarillo hasta París.La conclusión final fue bien aparente: Induráin y el Banesto perdieron el control de la carrera durante 'los últimos 65 kilómetros; pudieron reparar la principal avería gracias a la colaboración de varios corredores del Seguros Amaya, que prestó una gran ayuda. Ante la soledad que acompaña en muchas situaciones tácticas al líder, Induráin dio sensación de fragilidad. Él, naturalmente, y su equipo. No le quedará más remedio que zanjar los comentarios por la vía más rápida. Como quien está obligado a acallar un rumor, Induráin necesita ahora alguna exposición pública de que es el más fuerte. Algo así como salir al balcón y demostrar que el rey sigue vivo.

El ataque más serio

La primera emboscada se produjo en condiciones ideales, cuando una gran parte del pelotón vivía relajadamente. La etapa pasaba por ser, en sus primeros 160 kilómetros, una de las más calurosas y aburridas de este Tour. Ni una escapada que llevarse a la boca y el pelotón por debajo del horario previsto por primera vez. Se acercaba el grupo al último puerto de la jornada, una cuesta breve de cuarta categoría, momento en el que saltaron Chiapucci y Claveyrolat sin otro interés aparente que repartirse puntos para su disputa por el premio de la montaña. Era un salto anunciado, un ataque localizado, y nadie debía moverse a engaño.

Sin embargo, les acompañaron sorprendentemente corredores de la talla de Bugno, Fignon, Theunisse y Bruyneel, además del español Leanizbarrutia y el francés Philipot, del Banesto. Lo que parecía una escaramuza para ofrecer anécdotas que relatar sobre la jornada, cobró inmediatamente cuerpo. Una diferencia de 19 segundos se transformó en una grieta de 40 segundos y en un pequeño agujero de un minuto de grosor. El esfuerzo de los Banesto no servía para paliar la diferencia. La impresión de que la emboscada podía cambiar bruscamente el devenir del Tour planeó por muchas cabezas.

El Banesto se encontró solo, con menos de medio equipo (la otra parte se quedó en un segundo pelotón, donde estaban Bernard, Lejarreta y Mauri, que llegaron a la meta con 14.25 minutos de retraso). Era obvio. LeMond y Mottet, presuntamente obligados a trabajar, preferían observar cómodamente cómo el líder debía desgastarse durante unos kilómetros.

La ayuda del Amaya

La impresión no fue buena aunque puede hablarse de cierta desproporción: por delante tiraban cuatro y hasta cinco corredores y del primer pelotón sólo empujaban Delgado, Philipot (que fue obligado a retrasarse) y Rondón. Hasta que no llegó la desinteresada colaboración de varios elementos del Seguros Amaya, y en menor medida del Clas, no se pudo cortar la hemorragia. Fue a unos 17 kilómetros de la meta cuando se restableció el orden. Mera apariencia.

El orden fue engañoso, mero reagrupamiento de fuerzas, nueva debilidad que supo leer LeMond para saltar en solitario. Esta vez no había atenuantes: el norteamericano ambicionaba la meta y abrir una diferencia psicológica, justo en un día que amaneció con rumores sobre su abandono por unas molestias en un pie. Si casi 100 perdigones no pudieron con su vida, mucho menos puede afectarle una pequeña dolencia en un pie. Su ataque no mereció contestación de nadie; unos porque debían sentirse moderadamente satisfechos con lo visto unos kilómetros antes, y otros, los del equipo Banesto, porque volvieron a incurrir en el error o porque ya no tenían fuerzas.

Conocida es la tendencia de Echávarri a limitar los desgastes gratuitos. No es un director que guste de promover acciones indiscriminadas y efectistas; prefiere pocos golpes pero convincentes, algo así como lo de Val Louron. Sin embargo, LeMond atacó demasiado cerca de la meta como para pensar que una reacción inmediata de Induráin, por poner el mejor ejemplo, no habría tenido efectos reparadores.

Sea por lo que fuere, la tercera semana ha comenzado abriendo algunas dudas sobre la estabilidad del actual liderato. Evidentemente, la dureza de las dos jornadas alpinas, que se inician hoy con l'Alpe d'Huez, bastará por sí sola para poner a prueba a Induráin. El problema es otro: de no haber pasado nada, algunos rivales dormirían ayer albergando menos esperanzas. Puede especularse con ello. Lo de ayer le va a costar a Induráin y a su equipo algún trabajo extra hoy. Alguno habrá rescatado la cartuchera de la maleta.

21 curvas y 13,5 kilómetros

La 171 etapa va a ser una dura prueba para el liderato de Induráin. El recorrido es muy corto, 125 kilómetros, pero concluye con una ascensión de 13,5 kilómetros. La pendiente media es del 8,2%, aunque hay puntos en los que alcanza el 11%. Su principal característica son las 21 curvas, numeradas en orden inverso. En 1990 Bugno batió en la meta a LeMond; Delgado fue octavo, a 40 segundos, e Induráin, que no luchó por ganar la etapa por decisión de su director, fue 48% a 11.55 minutos.

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