Sauna y militares
La caravana del Tour es un inmenso montaje publicitario en el que todo es posible
Tres inmensos croissants del tamaño de un automóvil circulan por la calle principal de Liencourt. Al rato, aparece un sospechoso autocar con una bella muchacha en bikini dibujada en el lateral. Un curioso letrero la rodea: Sauna Diana. Poco después, un camión del ejército saluda a los curiosos -"Arriba, arriba, les espera un hermoso día", grita un oficial- mientras a escasos metros severos empleados de banca cuentan dinero en una furgoneta, de Credit Lyonnais. ¿Y los ciclistas? Detrás, a un dos horas. Es la caravana del Tour, un inmenso montaje publicitario.
Todos se interrogan, pero nadie se atreve a dar una respuesta clara. ¡Qué demonios hace ¡in autocar publicitario de una cadena de saunas, Diana, en la caravana del Tour? ¿En verdad patrocina a un equipo? Periodistas, corredores y aficionados sospechan algo raro pero, ante la duda, optan por echar un disimulado vistazo cuando pasan cerca de los oscuros cristales del vehículo. La hermosa chica tatuada en el lateral se limita a observar la escena con una pícara sonrisa.Cada mañana, unas 4.000 personas y unos 1.500 vehículos se ponen en marcha por delante del pelotón. Sin ellos, el Tour no sería el Tour. Sin publicidad no hay dinero. Sin dinero no hay carrera. Todos caben, cualquier anunciante es bueno mientras pague. La filosofía es clara.
El martes, el automóvil que transportaba a las cuatro) chicas que ayudan al líder a colocarse el maillot amarillo sufrió un accidente. El vehículo comenzó a arder lentamente, sin prisa. Un simple extintor habría apagado el fuego. Sin embargo, el responsable del coche se limitó a observar el siniestro. Tan extraña actitud se vio aclarada poco después, justo cuando llegaron los fotógrafos y las cámaras de televisión. El vehículo, pese a las llamas, todavía mostraba en su lomo el nombre de su patrocinador: Credit Lyonnais. No hubo duda. Valió la pena sacrificar la furgoneta a cambio de unos minutos en televisión, como así fue, o unas fotos en los periódicos.
Las carreteras de Francia poco o nada tienen que ver con las del desierto de Arabia, pero el camión del ejército se mueve por ellas con total marcialidad. El capitan Goubet dirige el pelotón, compuesto por dos vehículos ligeros y una camioneta. Seis militares en activo, dos de ellos sargentos femeninos, distribuyen entre los miles de aficionados que saludan a la caravana bolígrafos y revistas. "La nuestra es una misión de comunicación e integración, destinada a estrechar las relaciones entre la Armada y los ciudadanos. Si alguien lo desea, puede alistarse. Nuestra imagen, desde la Guerra del Golfo, ha mejorado muchísimo", comenta Goubet.
El banco de la carrera
No muy lejos de la representación castrense transita la furgoneta que funciona como banco de la carrera. Credit Lyonnais ha organizado un depósito que permite a periodistas, técnicos, empleados y demás componentes de la caravana dejar su dinero a buen recaudo. La peseta es la divisa más abundante, lo que, o bien dice mucho de la economía española, o bien dice más de la desconfianza de los españoles. Le sigue el dólar en número de depósitos. La última moneda de la fila es el yen, un valor inédito hasta ahora en la bolsa del Tour.
La organización de una caravana semejante requiere un perfecto control de los más mínimos detalles. Durante horas, una ruta de unos 200 kilómetros queda cerrada al tráfico. El trayecto está sembrado de pacientes espectadores que desde primeras horas de la mañana han plantado su silla a la espera de ver, por unos segundos, a los corredores.
En los pueblos, los colegios paran sus clases cuando pasa la carrera. Nadie se queja si encuentra una carretera cortada. El Tour lo exige y pocos se atreverían a contradecir el sentido de uno de los elementos culturales del país. Algunos pretenden incluso una participación activa. Por eso, siempre hay algún espontáneo oculto tras un árbol, vestido con el uniforme de cualquier equipo participante, que aprovecha el paso de los corredores en algún llano para, por unos minutos, pedalear al lado de sus ídolos. Desde luego, es más fácil disfrazarse de corredor que de croissant de dos metros.
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