Edith Cresson renuncia a la semana laboral de 35 horas
La primera ministra francesa Edith Cresson acabó, el pasado fin de semana, con una de "las reivindicaciones-faro del programa social europeo del Partido Socialista francés", en expresión del antiguo ministro de Trabajo, Jean Auroux, hoy alcalde socialista de Roanne. En efecto, Edith Cresson borró del horizonte de las mejoras sociales la semana de 35 horas laborables.
La ministra afirmó textualmente que "Ia mayor prudencia se impone respecto a cualquier medida generalizada en relación con una disminución del tiempo de trabajo". Para madame Cresson las 35 horas sólo son admisibles, a título experimental, en empresas muy determinadas.Cuando se le recordó que en la Alemania que ella tanto dice admirar rige una semana laboral más corta que en Francia, la primera ministra contraatacó con uno de sus temas preferidos: el déficit de trabajadores cualificados que vive la industria francesa y la debilidad de la formación profesional gala. Alemania dispone de 29.000 nuevos ingenieros cada año, mientras que Francia apenas, logra que sean 15.000 los que se incorporen a un mercado de trabajo que les necesita para mantener la competitividad de los sectores de tecnología más avanzada.
Tampoco los aumentos salariales entran en la perspectiva que madame Cresson plantea para mantener la buena salud de la economía francesa: "Un aumento brutal de los costes del trabajo tendría efectos negativos temibles sobre el nivel de empleo actual". Y no hay que olvidar que Francia supera en este momento los 2,6 millones de parados.
La renuncia a las 35 horas de trabajo semanal hay que con templarla vinculada a la ofensiva anti japonesa de madame Cresson. Algunos importantes empresarios franceses, como Jac ques Calvet, patrón de PSA (Peugeot), que ven con buenos ojos la cruzada anti oriental de la primera ministra, vienen repitiendo desde hace tiempo que la CE sólo puede admitir abrirse a los productos japoneses cuando la política social nipona sea equivalente a la europea.
Por término medio, un japonés trabaja 500 horas más al año que un europeo occidental.
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