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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Riesgo de golpe

LA DECLARACIÓN del ministro de Defensa de Yugoslavia, Veljko Kadijevic, anunciando que el Ejército asumirá la defensa del orden constitucional e impedirá los choques interétnicos si las autoridades civiles son incapaces de mantener la paz significa un paso grave hacia la toma del poder por los militares. Es cierto que ha habido ya, en casos anteriores, otras advertencias de los militares de carácter amenazante. Pero la última declaración va mucho más lejos: en ella se dice que la sociedad yugoslava ha entrado ya "en guerra civil", culpando de ello a la incapacidad de los civiles. Y se proclama un cambio radical en la actitud de los militares: si hasta ahora ha sido sobre todo disuasoria, ahora dispararán cuando lo estimen necesario para "cumplir su misión".Esta declaración se hizo cuando la presidencia colectiva -formada por ocho representantes de repúblicas y territorios autónomos- se había negado a declarar el estado de excepción, y cuando el jefe del Gobierno federal, Ante Markovic, intensifica sus esfuerzos mediadores para evitar que prosigan las violencias que se han desencadenado, sobre todo en las partes de Croacia habitadas mayoritariamente por serbios. No es fácil admitir que la decisión del Ejército esté motivada solamente por el deseo de contener los choques interétnicos. El predominio de los serbios en el Ejército es aplastante, y el alto mando no ha disimulado su apoyo a la continuidad de la actual estructura federal, de acuerdo con la posición de los serbios. Pero en contra de ese mantenimiento se ha pronunciado la mayor parte de las otras repúblicas, especialmente Eslovenia y Croacia.

Por otra parte, el 15 de mayo debe tener lugar la sustitución al frente de la presidencia colectiva del serbio Borisav Jovic por el croata Stipe Mesic. Éste pertenece al partido nacionalista que gobierna en Zagreb. Con él, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, el más alto cargo del Estado sería ocupado por un no comunista. Y todo indica que uno de los objetivos de las fuerzas que han provocado los choques interétnicos de los últimos tiempos es crear una situación caótica y, con el apoyo del Ejército, impedir que Mesic pueda ocupar el puesto que, según la Constitución, le corresponde. Con lo cual, Jovic seguiría en ese cargo: sería una especie de golpe de Estado blando para mantener la hegemonía serbia.

Se habla mucho en estos días de los odios ancestrales que han opuesto a serbios y croatas, de las matanzas del periodo de la Segunda Guerra Mundial, cuando Croacia era un Estado fascista. Sin embargo, no rebrotan por azar los odios y los miedos del pasado. Durante décadas -incluso siglos-, los pueblos serbios y croatas vecinos han vivido en paz. Es evidente que en el origen de las actuales violencias se encuentran los intereses de sectores nacionalistas que azuzan el odio contra otros pueblos con intenciones políticas muy determinadas. En primer lugar, el nacionalismo del presidente de Serbia, el ex comunista Milosevic, que ya ha liquidado por la fuerza la autonomía de Kosovo, y cuya política actual es frenar como sea los movimientos que se desarrollan en otras repúblicas a favor de una estructura confederal.

Otro factor que empuja a la guerra civil es el nacionalismo exacerbado del presidente croata, Tudjman, el cual ha fomentado manifestaciones como las de Sibenik, donde tiendas serbias han sido saqueadas, y Split, donde se abucheó al Ejército y se causó la muerte a un soldado. Hecho que ha sido utilizado como pretexto por el Ejército para justificar su amenazante declaración. Los efectos de la intervención del Ejército -tal como la anuncia el general Kadijevic- podrían ser explosivos: se enfrentaría con los Gobiernos de Eslovenia y Croacia, que, si bien sin unidades militares, cuentan con un evidente respaldo de sus pueblos. En realidad, lo que hoy aqueja a Yugoslavia no es un problema de orden público que se pueda resolver con medidas de fuerza. La única posibilidad de frenar una guerra civil que está ya en marcha, y el único camino para que Yugoslavia pueda seguir siendo una entidad estatal en el concierto europeo, es que una negociación responsable de las repúblicas permita a éstas ponerse de acuerdo sobre una nueva estructura confederal, todo lo flexible que sea preciso, capaz de dar satisfacción a la gran mayoría de los ciudadanos.

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