_
_
_
_
CASO PENDIENTE

Violada por dos hombres a punta de pistola

Una mujer, obsesionada por el deseo de que sean detenidos los que la asaltaron en su casa

"Llegas a acumular tal odio contra ellos, que la verdad es que te gustaría verlos muertos", dice con espeluznante crudeza Leticia de 35 años, que hace poco más de dos meses fue violada por dos individuos que la asaltaron cuando iba a entrar en el portal de su domicilio de Madrid. Y cuando pronuncia esta frase tan terrible, uno se da cuenta del enorme trauma que aún sufre esta mujer pese al tiempo transcurrido. Leticia todavía vive obsesionada con las caras de aquellos dos tipos a los que jamás podrá borrar de su memoria.

Leticia, administrativa en una empresa de la capital madrileña, había estado aquel día en una fiesta, con unos compañeros de trabajo, hasta la medianoche. Cogió su viejo coche y se trasladó a su casa de la zona norte de la capital rnadrileña. Tuvo que dar varias vueltas hasta encontrar un hueco para aparcar, a unos 200 metros de su portal. Iba a entrar en la vivienda cuando se acercó un desconocido que se coló tras ella.La víctima esperó la llegada del ascensor. A su lado hacía lo mismo el desconocido, que un minuto después sacó una pistola y se la colocó en el cuello a Leticia. Ella sintió el frío cañón del arma mientras era obligada a caminar de nuevo hacia el portal, permanentemente amenazada por el asaltante. Éste abrió la puerta e invitó a entrar a otro individuo que esperaba en la calle.

Los dos desalmados parecían no escuchar los ruegos de la víctima para que la dejaran en paz a cambio de dinero. "Vamos para tu casa", le ordenó con sequedad uno de los agresores. Subieron al piso. Leticia volvió a suplicar inútilmente que le dejaran en paz. Pero la única respuesta que recibió fue la constante amenaza del arma de fuego.

Uno de los desconocidos desnudó a la víctima y la violó. Sin embargo, ahí no acabó el tormento: el otro delincuente la violó por segunda vez, sin hacer el menor caso a los ruegos y súplicas de la víctima. Los agresores que aparentaban entre 25 y 30 años, se apoderaron de algunas joyas antes de marcharse.

Miedo al sida

Leticia quedó abatida, desconcertada, sintiéndose como si ya no fuera la misma persona. Sin saber qué hacer, telefoneó a sus hermanos, que la convencieron "de que aquello no podía quedar así". Como primera medida fueron al hospital Ramón y Cajal, donde le hicieron un reconocimiento. Los médicos tomaron también unas muestras de semen, que, incomprensiblemente, entregaron a la víctima, sin que ésta supiera qué hacer con ellas.La violada acudió más tarde a la comisaría del distrito, donde denunció lo sucedido. Al día siguiente compareció en el grupo III de la Brigada de la Policía Judicial, cuyos inspectores de hicieron cargo de las muestras de esperma y de las investigaciones.

"En mi vida hay un antes y un después de la violación", afirma Leticia con desolación, sin poder ocultar su desgarrador drama interior, que pugna por salir al exterior en forma de llanto. "Yo aconsejo a todas las mujeres que puedan estar en mi misma situación que primero acudan al hospital de La Paz, donde parece que está centralizada la atención a las violadas. Y después, que no duden en presentar denuncia en comisaría", afirma.

Leticia, que actualmente está en tratamiento psicológico, acudió en busca de ayuda a la Asociación de Mujeres Violadas. "No es fácil olvidar, ya que un hecho como éste no sólo te afecta a ti, sino que conmociona a toda tu familia y a todos los que te rodean. Además, tampoco es fácil olvidar cuando tienes que estar todo el día en continuos reconocimientos médicos a causa del miedo al sida, que te corroe por dentro", dice. Por fortuna, ella no padece la temible enfermedad, según todos los análisis clínicos que le han hecho. Pero durante una temporada ha tenido que ser tratada con antibióticos, ya que los violadores le contagiaron la gonorrea.

Esta mujer vive obsesionada con la imagen de los que abusaron de ella. Tanto que con frecuencia cree reconocer a alguno de ellos en el vecino con el que sube en el ascensor o en un hombre con el que se cruza por la acera. Está en permanente tensión, y cuando cae la noche se niega a volver a su casa. si no es escoltada por alguna persona de su total confianza. Evidentemente, en su vida hay un antes y un después de la violación.

La víctima sueña con el día que la llame la policía para informarle de que han sido detenidos "esos dos hijos de puta". Y afirma: "Yo voy a acudir a identificarlos, si los detienen... Eso seguro". Cuando se le pregunta qué haría si ahora mismo los tuviera delante, responde sin dudar, dejando salir fuera de sí todo su rencor: "Quisiera que me los dejaran a mí para hacerles lo que me pidiera el cuerpo".

Desamparadas

Según Leticia, "esta clase de malnacidos limita la vida de los demás, y ellos, en cambio, están sumamente protegidos por las leyes". Y añade: "Me parece que las víctimas no estamos amparadas por la policía ni por los jueces. ¡Que me venga a mí un juez con eso de que no me resistí a ser violada por dos veces ... ! ¿Cómo me voy a resistir teniendo una pistola en la cabeza".Ella opina que una mujer que ha sido violada puede volver a rehacer su vida afectIva y sexual, "siempre que cuente con la comprensión y el apoyo incondicional de su compañero sentimen tal, porque en caso contrario es imposible". Asegura que poco a poco va superando el trauma sufrido: "Antes no me podía ni mirar al espejo porque pensaba que era otra persona, no me reconocía a mí misma. Es una sensación muy difícil de describir".

La policía, mientras tanto, está intentando buscar algunas pistas sobre los dos violadores, de los que hay algunos indicios de que puedan ser los mismos que han cometido otros ataques similares no sólo en la zona norte de la capital, sino en Carabanchel y en otros barrios.

El año pasado, 406 madrileñas denunciaron haber sido víctimas de ataques contra su libertad sexual, según la Delegación del Gobierno. Cientos de mujeres tienen un caso pendiente.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_