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La soledad del canciller

A Helmut Kohl se le desmorona la coalición con los socialcristianos bávaros y los liberales

El canciller Helmut Kohl no consiguió adelgazar durante las pasadas vacaciones en su refugio austríaco de St. Gilgen. De vuelta al trabajo, su primer paseo del año por la antigua Alemania comunista se saldó con absoluta gelidez y media docena de huevos. Su partido perdió el pasado domingo las elecciones de Renania-Palatinado, su patria chica. La coalición que encabeza en Bonn -democristianos, socialcristianos bávaros y liberales- anda a la greña. El FDP hace guiños descarados a la oposición socialdemócrata y la CSU amenaza con extenderse más allá de Baviera. Kohl se está quedando solo.

Cuando, el próximo martes, Felipe González saque a pescar al canciller alemán en aguas de Lanzarote, se encontrará con que éste ya no es el mismo hombre con quien comió jabugo hace poco más de un año en Constanza, junto al lago. Aquél era un Kohl eufórico. Dos días antes sus protegidos al otro lado del Elba habían arrasado en las primeras elecciones democráticas en el ahora desaparecido Estado alemán comunista. Las puertas se le abrían y el canciller cogía velocidad de crucero dispuesto a vivir sus momentos de gloria, los que han inscrito su nombre en los libros de historia.En los nueve meses siguientes todo fueron mieles para el bismarck renano, culminados con la victoria arrolladora en las elecciones generales del dos de diciembre. Pero ahí se acabó su buena fortuna. Desde entonces todo han sido traspiés, hasta el punto de que en las últimas semanas han sido incesantes los rumores sobre el cansancio del canciller, incluso hasta a asegurar en privado que se muestra dispuesto a tirar la toalla. Por tres veces Kohl se ha visto obligado a negarlo, sólo para que tales rumores surjan con más fuerza.

El miércoles por la noche se sometió a una dura entrevista de casi una hora, televisada por el primer canal. Mal jugador de póker, no pudo esconder su malestar, su nerviosismo y en muchos momentos se mostró falto de argumentos. El canciller sigue obstinado en negar que mintiera a los electores cuando prometió que no subiría los impuestos. "No contábamos con la contribución a la guerra del Golfo", insiste. Pero para todo el mundo esto no es más que una pobre excusa.

Lo más grave para Kohl es que la pérdida de popularidad en la calle ha acabado provocando enormes tensiones en la coalición gubernamental. Entre la clase política empieza a notarse la sensación de que este Gobierno, personalizado en Kohl y en su ministro de Exteriores, el liberal Hans Dietrich Genscher, era ciertamente el apropiado para llevar a cabo la unificación alemaría, pero que está siendo víctima de su propio éxito. No es el idóneo para gestionar la situación actual. "Ha nacido viejo", indican.

Sucesores

En el campo liberal empiezan a sonar las trompetas. Uno de los asuntos que más preocupan ahora a Kohl es el que se está gestando en, en Maguncia, la capital de su Estado natal. Tras la derrota electoral de la CDU, el socialdemócrata Rudolf Scharping parece dispuesto a formar coalición con el FDP; y uno de los principales impulsores es el actual ministro de Economía, la pujante y joven estrella liberal Jürgen Möllemann. Como hombre de futuro en su partido empieza ya a establecer lazos con vistas a repetir, a la inversa, la operación que descabalgó a Helmut Schmidt en favor de Kohl en 1982.En el otro lado de la coalición, sus socios bávaros de la CSU han empezado a patalear y están dispuestos a recuperar el terreno que perdieron al quedar por debajo del FDP en las últimas elecciones, y necesaria para obtener la mayoría en el Bundestag. Según el ministro de Hacienda Theo Waigel, su partido, la CSU, "tiene el derecho legítimo de ejercer mayor influencia en el Gobierno".

Horst Teltschick, un hombre del partido de Kohl y el auténtico artífice de la unificación alemana en el campo internacional, el hombre que llevó pesonalmente las conversaciones entre Kolh y Gorbachov, incluso al margen del ministerio de Exteriores, desde su puesto de asesor del canciller, ha decidido volver a la política. Su retiro ha sido corto. Tras las elecciones, y ante la evidencia de que nunca podría ocupar el puesto de Genscher y de que éste tambien se oponía a su nombramiento como secretario de Estado, decidió marcharse a la empresa privada, concretamente a presidir la fundación Bertelsmann, con un jugoso salario.

Teltschick ha vuelto y nada menos que como consejero de política internacional de la CSU bávara, que inmediatamente ha vuelto a la carga contra el monopolio genscherista, y además ha amenazado veladamente con extenderse más allá de Baviera, en busca del electorado conservador que abandona la CDU.

Pero es que, además, y lo que es más grave, Kohl está empezando a recoger los resultados de su peculiar concepción de la política dentro de su partido. Lo cierto es que, aunque quisiera retirarse, no parece haber nadie en las filas democristianas capacitado para sustituirle, y él mismo parece confirmarlo al insistir en que su delfin es nada menos que el ministro del Interior, Wolfgang Schaüble, de 48 años, postrado en una silla de ruedas desde que un loco le disparara en la espina dorsal dejándole paralizado de cintura para abajo. Porque, paradójicamente, Schaüble era el único personaje con carisma que Kohl había dejado con vida política en el seno del partido democristiano.

A lo largo de su carrera política, el canciller ha sido un hombre sin piedad para con sus adversa rios, especialmente para con los de su propio partido. Mientras en las filas socialdemócratas el cambio generacional ha funcionado a la perfección, y, otro tanto parece estar sucediendo con los liberales, la CDU se ha quedado estancada. Incluso el irritable se cretario general, Volker Ruhe, el joven que venía a revitalizar el partido, reconoce que no se ha hecho el relevo generacional.

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