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El Real Madrid despilfarra sus medios

Luis Gómez

El Real Madrid, reñido con el raciocinio, despilfarró una coyuntura favorable. Como contrapartida, el Barcelona asistió a un final heroico y supo sobrevivir al difícil trance de resolver una semifinal de la Copa con un pivot, dos juniors y los veteranos Epi y Solozábal. Las circunstancias propiciaron un cambio de papeles: si el Barça empezaba como favorito, el Madrid terminó como antihéroe. El público reparte justicia a su manera y premia al que hace un esfuerzo sobresaliente.No era difícil adivinar que el Madrid presentaría esta vez su mejor talante. Más concentra dos, suficientemente motivados por la importancia del choque sus jugadores usaron su potencial individual, que no es despreciable. Otra cosa es afirma si actuaron como equipo y con el ritmo que ello requiere. En ese sentido, pudieron apreciarse excesivas intermitencias en muchos, salvo Martín, que aguantó en pie desde el principio hasta el final y que goza de sus mejores momentos. Esa falta de una idea colectiva explicó que el Madrid, en franca superioridad de medios en los últimos minutos, no se impusiera.

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Como el baloncesto español sólo ha presentado dos caras en el pasado decenio, los dos grandes disfrutan de esa alternancia. Cuando uno abunda en el caos, el otro hace gala de serenidad y sensatez. Así, la falta de juego colectivo de los madridistas encuentra su reverso en lo barcelonistas, todo conjunción

El partido semejó una primera parte de tanteo y una segunda agresiva. Posiblemente fuera el Barcelona el que saliera mejor librado porque no está para derroches. Sus limitaciones físicas le impiden inclinarse por un ritmo muy fuerte desde el principio: tiene que reducir a 20 minutos. En esas circunstancias, el Madrid adquirió confianza. Dio la impresión de que ambos acordaron verse las caras tras el descanso.

La reanudación no resolvió nada en lo concerniente al juego porque ninguno consiguió una renta suficiente para dominar. Sin embargo, la proliferación de faltas personales fue llevando las cosas hacia una batalla de desgaste, tan habitual entre ellos, pero en la que el Barcelona no estaba en condiciones de salir airoso. Cuando el parte oficial señalaba que se entraba en el trance Final con Norris y Ortiz irremediablemente en el banquillo, la interpretación de los hechos colocaba al Madrid como ganador.

Pero no ganó. Lo hizo el débil. El Barcelona dio la impresión de estar preparado para la ocasión e hizo una nueva demostración de oficio. ND se apreciaron en él rostros desencajados ni miradas evasivas. No les falló el pulso a Solozábal y Epi, en quienes recayó la responsabilidad de las últimas acciones. No les pudo el miedo a los jóvenes, asistidos moralmente por los veteranos, una especie de tutores. Todo equipo bien construido necesita unas referencias, ha de estar perfectamente orientado. Sus jugadas postreras dieron cuenta de ello: balones a Epi o Solozabal. Como el Madrid carece de esas cualidades, nadie encontraba a Biriukov (un tanto en la segunda parte) ni sabía edificar una jugada para Martín (marcado por Lisard). Con sus muchos defectos, el cuadro de Wayne Brabender no supo administrar su superioridad. Recurrió a la raza (un triple de Llorente a la carrera), pero cometió un descuido imperdonable en la penúltima jugada que permitió a Trumbo una increíble canasta a falta de dos segundos. La victoria del Barcelona fue justa. Casi todo lo que hizo estaba bien hecho. Si no pudo hacer más. fue por falta de medios. Medios le sobran al Madrid. Pero ésa ya es una historia harto conocida.

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