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Tribuna
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Golferías

Rosa Montero

El asunto del Golfo apesta ya tanto a demagogia que da náuseas. Por ejemplo: de repente pasan por televisión un reportaje oportunísimo contando que al fin han podido comprobar que los iraquíes usaron armas químicas contra los kurdos. Qué curioso: resulta que mientras Sadam estaba poniendo kurdos a remojo en gas mostaza nadie parecía preocuparse de ello, y Sadam era considerado el más dulce amigo de Occidente; pero ahora, ale hop, descubren que hacía gorrinaditas químicas y que es un canalla. Esta desfachatez propagandística se encuentra también al otro lado: la ciudad está empapelada de carteles que piden solidaridad con Irak y hablan de libertad, democracia y justicia, cuando Irak es uno de los países más salvajemente represivos que he conocido y cuando el señor Sadam está masacrando a los ciudadanos kuwaitíes. En lo del Golfo abunda la manipulación y la golfería.Con todo, lo que más me preocupa es que, en un asunto de semejante magnitud, nos limitemos a repetir los tópicos. Algunos sostienen la finísima teoría de que España no tiene nada que ver con la crisis del Golfo. Yo siempre he pensado que este conflicto es nuestro y muy nuestro, y que lo importante es, además, reconocerlo. Porque en el fondo lo que se dirime es el abismo creciente entre el Norte y el Sur, entre los países pobres y los ricos. Nosotros somos el primer mundo y disfrutamos de ello: de nuestros coches, nuestras vacaciones; de casas decentes y servicio médico adecuado. Y, confortablemente sentados en la cumbre de nuestras posesiones, pedimos que retiren los barcos de allí. ¿Que no es nuestra la crisis del Golfo? No me hagan reír. Si no la hacemos nuestra, no servirá de nada; es desde dentro como se puede apoyar, por ejemplo, la conferencia árabe, e intentar una reordenación mejor del mundo. Porque no sólo hay que evitar esta guerra, sino también las próximas.

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