_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La última víctima

Nuestro gozo, en un pozo. Cuando parecía que la lista de represaliados de Antonio Díaz Miguel se había cerrado, las circunstancias han revelado la existencia todavía de una trasnochada caza de brujas. José Montero, como ha ocurrido con anterioridad con otros jugadores, tenía los días contados. Sólo era cuestión de esperar una situación favorable en la que su no inclusión en la lista de elegidos para lá selección española de baloncesto no llamase excesivamente la atención. El irregular comienzo de temporada del base azulgrana había dado la oportunidad deseada a Díaz Miguel. Hizo pública su lista y contestó a las preguntas sobre la ausencia de Montero como los gallegos, con otra pregunta: ¿Quiénes son los tres bases en mejor forma? La respuesta era clara: Llorente, Jofresa y Solozábal [Este criterio no había sido seguido por el seleccionador en otras convocatorias; sin ir más lejos, el verano pasado, cuando dejó a Llorente en casa después de la magnífica Liga que realizó].Hasta ahí todo iba bien, pero la renuncia de Solozábal coloca a Díaz Miguel en una delicada situación. Tiene que llamar a otro jugador y se le presentan dos posibilidades: convocar a Montero y esperar otra oportunidad para su defunción deportiva o llamar a otro y dejar claras sus intenciones. Ha optado por lo segundo, con lo que ha quedado al descubierto. Pero, en su más pura tradición, ha vuelto a negar lo evidente. Lleva a José Angel Arcega porque es muy serio y no pierde balones. Este mismo hombre, tan serio, estuvo marginado en Argentina y, además, ha estado lesionado recientemente. Por mucho que lo intente, el sistema ha quedado muy claro.

Cuando el seleccionador considera que un jugador es problemático, decide prescindir de él siempre que pueda. Pero, en vez de hacerlo dando las auténticas razones, que incluso pueden ser coherentes y perfectamente defendibles -está en su perfecto derecho como entrenador-, confecciona su lista con criterios que faciliten la explicación deportiva de tal circunstancia, aunque estos motivos puedan resultar peregrinos.

La lista de defunciones es extensá. Incluso jugadores que habitualmente han sido llamados en algún momento fueron marginados por supuestas conflictividades, como Llorente y Solozábal. Montero es simplemente la última y anunciada incorporación a una lista que parece no tener fin.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_