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LA MAYOR GESTA DEL AUTOMOVILISMO ESPAÑOL

Sainz: "Dedico este triunfo a los marinos españoles que están en el Golfo"

EMILIO PÉREZ DE ROZAS ENVIADO ESPECIAL, Parecía tenerlo muy pensado. Llevaba semanas dándole vueltas al asunto. Él, tan perfeccionista, no podía improvisar en el momento más importante de su vida. Por eso, Carlos Sainz, nada más bajarse del coche, declaró que el título, la mayor gesta alcanzada por el automovilismo español, se lo dedicaba al rey, a todos los españoles y, muy especialmente, a los marineros españoles que están en el Golfo. Sabía lo que decía. En su brazo izquierdo, junto a su hombro, luce orgulloso el escudo de la armada española. Y es que el campeón está haciendo la mili con permiso, claro.

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Lloraron casi todos. Sólo Javier Gómez Navarro, secretario de Estado para el Deporte, estuvo sereno, aunque igualmente emocionado. Allí lloró todo el mundo. Desde el majestuoso Ove Andersson, máximo responsable del equipo Toyota Team Europe hasta la joven Reyes, novia de Carlos Sainz. El primero que derramó lágrimas fue el campeón, por supuesto, nada más llegar a la última asistencia."Nunca un tercer puesto me había sabido tan bien", señaló Sainz al bajarse del coche, después de hacer una exhibición de trompos en el parque cerrado que encandiló a los cientos de aficionados que se dieron cita frente al podio. "Llevo 10 años persiguiendo este título. Otros han tardado mucho más que yo en conseguirlo. Estoy orgullosísimo de que dos españoles hayan alcanzado una de las cotas más altas del automovilismo mundial".

Sainz nació el 2 de abril de 1962. Todos saben ya que fue campeón de España de squash y que de seguir en esa jaula de cristal hubiera alcanzado popularidad mundial, según los entendidos. Este chico no sabe hacer las cosas mal. Si las empieza, las acaba. "Ésa es la intención de todo el mundo. No creo que haya nadie que haga algo para perder, para fracasar".

Hace 10 años, en 1980, se subió al Seat Panda que le compró su amigo Juanjo Lacalle, ahora su manager. Y empezó a correr. Participó en la Challenge Marlboro (1983), pasó por la Fórmula Ford (1984), fichó por Renault (1985) -su primer gran equipo- y empezó a ganar carreras. En 1987, se proclamó campeón de España con un Ford Sierra Cosworth -su penúltimo gran fichaje-, para repetir, cómo no, en 1988.

"Estába obsesionado con salir al exterior", indicó ayer Sainz, que en eso, como en otras muchas cosas, también es muy parecido a Sito Pons (Honda). Dicho y hecho. Lo sacaron fuera y sorprendió a todo el mundo. De ahí a Toyota, un soplo. Y de Toyota al cielo, dos años.

"Ayer era muy importante no cometer errores, vital", señaló el nuevo campeón, que no sólo se convirtió en el primer español que alcanza un volante oficial o gana un rally del Mundial o se proclama campeón, sino en el primer latino en decenas de años que derrota a los nórdicos en el 1.000 Lagos de Finlandia. "Era vital demostrarle a Cerrato, el hombre que en la última noche aspiraba a desbancarnos de la tercera plaza, que, pese al accidente del día anterior, estábamos dispuestos a defender con uñas y dientes nuestro puesto, nuestro título. Ganamos el primer tramo, él se despistó y le metimos un minuto más en el cuerpo. A partir de ahí, los tramos se nos hicieron interminables".

La película de su vida

Sainz, siempre escoltado por Luis Moya, reconoce que en la última noche hubo momentos en los que su cerebro se convirtió en el cine de su vida. Y recuerda: "Primero mi obsesión por ser piloto de rallies en contra de mi familia, luego la lucha por el título regional, más tarde la persecución por el cetro español, después las ansias por conseguir ser piloto oficial de algún equipo español, a continuación correr algún rally del Mundial, por fin meterme en un equipo oficial y ahora esto, el cetro, el sueño de todo piloto, ser campeón del mundo".

"No es amor de padre", señalaba ayer Antonio Sainz, "pero me gustaría que la juventud que prepara el 92 supiera que mi hijo ha alcanzado la cima después de mucho trabajo, sacrificio, esfuerzo y dedicación. Desde un principio sabía lo que quería y ha terminado lográndolo".

Luis Moya, el copiloto campeón, se deshacía en elogios hacia su colega de habitáculo. "Ha demostrado ser el mejor con mucho. Hemos corrido los 10 rallies que se han disputado hasta la fecha y hemos ganado tres, hemos sido segundos en cuatro pruebas, terceros en ésta, cuartos en Kenia y no pudimos terminar por avería en Portugal. Ese balance es materialmente imposible de igualar. ¿Mi papel en esta historia? Sólo soy su compañero, su copiloto. Casi todo el mérito es de él. Un copiloto, por muy bueno que sea, jamás hará triunfar a un piloto; mientras que un piloto, si es bueno, puede ser campeón con un copiloto regular".

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